EL ARTE DE ESCUCHAR


De un Diálogo con Jean Klein Extraído de: ¿Quién soy yo?
Jean Klein
P. Dices que cuando el cuerpo-mente queda libre de interferencia psicológica llega espontáneamente al escuchar, que es el instrumento de la auto-investigación. ¿Podrías decir algo más acerca de esto?
R. El descubrimiento de tu verdadera naturaleza no puede producirse a través de la memoria. Llega a través de la atención multidimensional, que tiene lugar naturalmente cuando la memoria está ausente. Esta innata atención es el escuchar. Cuando estás en la actitud de escuchar te sientes en la inmensidad, donde no hay escuchador ni observador. Sólo en el escuchar puede tener lugar la transmutación del tener conocimiento al conocer como ser. Escuchar es un arte con el que debes familiarizarte. Es estar abierto a todas las expresiones de la vida. Las expresiones de vida nunca son repetitivas. Puede haber analogía pero no repetición. Has de ver que la aparente repetición sólo es memoria. Escuchar es acoger gustosamente la vida sin referencia a lo ya conocido. El verdadero descubrimiento está sólo en el momento inmediato en sí. Nunca podemos comprender lo desconocido a través de lo conocido. Se nos educa para la experiencia, para mirar con motivo, para interpretar, pero debemos explorar la posibilidad de vivir como no-experiencia. Esta exploración tiene lugar en una escucha no reactiva. En una escucha incondicionada estamos abiertos a todas las posibilidades, y en la ausencia de restricción tiene lugar la percepción directa.
P. ¿Cómo puedo llegar a familiarizarme con el arte de escuchar?
R. Unicamente viviéndolo, del mismo modo que un músico aprende a escuchar escuchando. No hay técnicas, disciplinas o ideas con que poder sustituir el escuchar sin más. Todas estas son golosinas para el ego. Cuanto más te familiarizas con el escuchar mediante la propia práctica de escuchar, más libre estás de la imagen de ti mismo. La enseñanza es sólo para devolverte al simple escuchar. En él no hay objeto que escuchar; uno se encuentra a sí mismo en apertura, en el no-estado mismo de escuchar.
P. Dices que el escuchar llega escuchando. ¿Podrías ser mas explícito respecto a lo que realmente es?
R. Escuchar no es un proceso cerebral. No es una función. Es una sensibilidad abierta libre de anticipación, logro o consecución. No es una actitud que uno asume ni se limita a los oídos, del mismo modo que cuando entiendes algo y dices “Ya veo” esto no tiene nada que ver con los órganos de la vista.
P. ¿Cómo puedo llegar a esa sensibilidad global?
R. Si dejas que tu atención vaya a tu oído, sentirás que está constantemente tratando de agarrar. Lo mismo sucede con el ojo, la mente y todos tus órganos. Deja que ese intento de agarrar se vaya y descubrirás que todo tu cuerpo es espontáneamente un órgano de sensibilidad. El oído es meramente un canal para esta sensación global. No es un fin en sí mismo. Lo que se oye también se siente, se ve, se huele y se toca. Tus cinco sentidos, inteligencia e imaginación se liberan y entran en juego. Tú lo sientes como un estar completamente expandido en el espacio, sin centro ni límite. El ego, que es una contradicción, no encuentra dónde agarrarse en esta presencia y la ansiedad, el gusto o el disgusto se disuelven. Sientes esta integridad sin sentirla. La sientes pero no puedes categorizarla en ninguna sensación conocida.
Los órganos sensoriales no son más que indicadores que apuntan a la consciencia global. Pero, generalmente, se apropian del objeto aparente y le impiden desplegarse en tu totalidad. Trata de oír y mirar sin enfocarte en cosas específicas. Deja que tu oír y tu ver encuentren su multidimensionalidad orgánica. Cuando no hay objetivo ni motivo en tu oír, éste se convierte en un escuchar incondicionado. Todo cuanto surge está en este escuchar, pero no hay ningún escuchador centrándose en sonido alguno. Al final, todos los sonidos se desvanecen en el propio oír. Entonces eres uno con el momento. No hay espacio y, por lo tanto, no hay tiempo. El verdadero escuchar es inespacial e intemporal. Puesto que es escuchar como ser y no una función, no depende de un objeto oído. Escuchar sin representación es como un imán al que todos los objetos apuntan y en el que éstos se desvanecen. El escuchar se remite a sí mismo. Es el estado natural. Así, uno llega a la profunda conclusión de que todo sonido apunta al silencio, de que el silencio está antes y después del oír.
P. ¿No es natural querer escuchar y mirar a lo que es agradable y bonito? ¿No es inevitable alguna elección en el mundo de hoy? A menudo has dicho que debemos hacer una elección en la vida para ver las cosas más bellas de nuestra sociedad. ¿Quién dice lo que es bello y lo que no?
R. Estamos compuestos en armonía y, allí donde ésta esté reflejada, será atractivo para nosotros. Pero esta armonía nada tiene que ver con lo que comúnmente se llama agradable o bello. Cuando vivimos en la belleza, hay una discriminación espontánea que no está basada en lo convencional. Observa cuándo algo te atrae porque concuerda con el gusto predominante y cuándo atrae a todo tu ser, que es intemporal.
P. ¿Por qué están los sentidos tratando de agarrar?
R. La mente controla al cuerpo por fracciones. Esto es un profundo condicionante que nosotros damos por hecho. El cerebro funciona sucesivamente. Para que la sensación global funcione, la actividad cerebral diaria debe caer en desuso. En tu estado natural esto ocurre muy a menudo, pero vives de un modo innatural en el que hay una constante agitación o actividad mental. De esta forma has perdido la sensación corporal global.
Escuchar es pasivo y activo. Pasivo porque no hay interferencia de un ego controlador ni memoria y, por tanto, es completamente receptivo. Activo en el sentido de que está alerta a cada momento. Escuchar es consciencia. No requiere una práctica interminable que encierre hábitos de lucha. Simplemente sé consciente de que no escuchas. Pasa una mañana sin concluir ni interpretar. Deja descansar a tu ego sólo por una mañana y observa.
P. Cuando dices que tu cuerpo entero entra en juego, ¿Dónde está la mente?
R. Generalmente, la función mental domina nuestros sentidos, nuestra percepción. Para que tenga lugar un escuchar global, que es tu estado orgánico, esta dominación debe cesar. En la quietud, la mente funciona, teniendo lugar con el resto de las funciones corporales, pero su funcionamiento ya no depende de un centro de referencia. Simplemente percibe y nombra. Una mente que está simplemente en movimiento no es un problema. Al contrario, cuando el intelecto estriba en el silencio todo se remite espontáneamente a este terreno de partida.
Ves una rosa. El intelecto la percibe y le da nombre. Funcionamiento perfecto. Pero después continúa y empieza a interferir en la percepción, impidiendo que ésta se despliegue en percepción directa. La imaginaria persona, el centro de los puntos de vista, ve el color y la compara, o le gusta, o tal vez le disgusta. Piensa en su belleza o recuerda alguna referencia pasada. Pero, durante esta actividad, ¿dónde está el verdadero perfume de la rosa?
La actividad psicológica es fraccionaria y sucesiva. Solamente puede haber una percepción o concepto de una vez, por lo que es imposible sentir la totalidad de la rosa con el funcionamiento cotidiano de la mente. Sólo puedes sumar sus partes. Pero el verdadero perfume de la rosa, lo que es en realidad, no es una colección de fracciones. Cuando dejas de poner el acento en las partes, cuando la mente se queda quieta, la rosa viene a ti, se despliega en ti con toda su gloria. El perfume te invade completamente. La rosa eres tú. Tú eres uno.
Así que, al escuchar, deja que la mente esté quieta del mismo modo que tus piernas están quietas cuando no las necesitas. Deja que las palabras, sensaciones y situaciones florezcan en ti y comuniquen su perfume. Vive con este perfume.
P. A veces siento resistencia a lo que dices. Soy escéptico y no puedo creerte.
R. En primer lugar, ¡no te preocupes por lo de creer! Yo no estoy interesado en la creencia. Es la mente la que cree y tú no eres la mente. De modo que deja atrás el creer o no creer. Fíjate en tu resistencia. No analices sus porqués y portantos. Simplemente date cuenta de que no escuchas, de que reaccionas. Muchas veces, cuando la gente piensa que ha entendido, no es más que una especie de reacción basada en interpretación, simpatía o aversión. Escuchar es aceptar abiertamente sin interpretar. Date cuenta de que tienes miedo de renunciar a interpretar porque ello significa que el ego ya no puede producir. Acoger abiertamente no tiene nada que ver con estar de acuerdo. ¡Tiene su propio sabor!
Estate alerta y observa tanto las palabras que oyes como tu campo psicosomático. Vigila a cada momento en lo que a calificar, juzgar o analizar se refiere: Cuando logres ver que tu escuchar no está libre de interferencia, que todo se remite a un sujeto, a un punto de vista, el ciclo de reacción pierde su dinamismo. El proceso psicológico se detiene cuando se le somete a estrecha observación. Es un ladrón que sólo puede trabajar en secreto. Tan pronto como se enciende la luz sobre él, su actividad queda expuesta y se vuelve impotente. Cuando la agitada mente se relaja, puedes encontrarte en un momento intemporal de verdadero escuchar.
P. Me resulta muy difícil tratar de recordar lo que dices. ¡No quiero olvidarlo!
R. Nunca intentes retener cuanto aquí se dice. Si lo haces, ¡estás comprando tu regalo de Navidad con tu propio dinero cuando el obsequio que te llega como ofrecimiento te dará mucha más alegría! Deja que las palabras pierdan su carácter concreto. Cuando pones énfasis en el lenguaje, en el significado, las palabras pierden su sabor. En el momento en que escuchas sin retener, tarde o temprano lo que se dice alcanza todo tu ser y experimentas una maduración repentina. Así que vive con el perfume de estos mensajes y no intentes atrapar su significado. Llega un momento en que la esencia de lo que se dice aflora y te ves arrebatado por el entendimiento como ser. Este es por completo no-mental. No puedes llegar a él. Te es ofrecido.
P. ¿Qué quieres decir con “ofrecido”?
R. Es una manera de hablar. No hay ningún ofertor ni receptor. Ello no proviene de ninguna otra parte; surge en ti como tú. Con la expresión “ofrecido” quiero enfatizar que no hay nada que puedas hacer para llegar a ser entendimiento. Debes escuchar de la misma manera relajada y receptiva en que podrías leer un poema o contemplar un cuadro. Siente el ritmo, sonido y color, y no concluyas.
P. ¿Cómo puede haber soluciones para las cuestiones de la vida si vivimos sin conclusiones?
R. No estoy diciendo que no haya conclusiones, sino que la solución proviene directamente de la propia situación y no de tu proyección. Cada situación es única y tiene su propia respuesta. Cuando escuchas una situación desde la totalidad sin la interferencia de una imagen de “yo”, hay percepción directa. La situación entonces concluye en ti. Si intentas manipular una situación, puede que consigas arreglar las cosas temporalmente para acomodarlas a tu ego pero continúas estando en el nivel personal y conflictivo.
La mente puede cambiar todo el mobiliario que le rodea en la habitación, pero las paredes permanecen. ¿Por qué vivir encerrado en paredes? Tu ser, paz y satisfacción final residen en lo ilimitado e intemporal.

Fuente: Jean Klein. ¿Quién soy yo? La búsqueda sagrada

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