El templo dedicado al dios Amon-Ra en el antiguo Egipto,
tenía dos niveles: un templo externo en el que los iniciados podían entrar, y otro interior al que se accedía solamente
cuando se alcanzaba al Conocimiento (la gnosis). En el templo externo estaba un escrito que decía
“El cuerpo es la casa de Dios”; en el
templo interior, decía: “Hombre conócete a ti mismo… y conocerás a los dioses”.
El maestro Gurdjieff enseñaba que no basta con conocerse,
sino que además uno debía estudiarse a sí mismo. Y estudiarse en este contexto significa
observarse, verse; no analizarse, verse
nada más. Luego otros maestros agregaron que con la consciencia del Sí mismo, se
accede a la comprensión de los grandes enigmas
que esconde el universo, y a través de
esta hermenéutica del sujeto, sabemos lo que somos, lo cual no es otra cosa que
un microcosmos que replica al
macrocosmos; o, dicho de la manera hermética, así como es arriba, así también es
abajo; cielo y tierra, ying y yang.
Si bien el hombre es un ser en permanente aprendizaje y
crecimiento, ¿hasta qué punto el conocerse desde la mente no implica más que
una misión imposible?, y no faltará alguien que diga que al final de
cuentas qué importa nuestra ignorancia si para vivir lo que hace falta es la fe
que mueve la montaña, independientemente
que seamos ciegos ante nuestra destino;
o si para “vivir” más bien es
preferible una ignorancia tranquila que un conocer peligroso y arriesgado.
.
Por esta razón, comienzo a creer, que de lo que se trata no es sólo de conocerse,
sino de estudiarse o mejor aún, reconocerse. Se trata no de ser un erudito del Sí mismo, sino
de saber quien soy yo para comprender el Universo y a Dios, pero este
comprender no es intelectual, tiene que ser sentido, experimentado. Porque el
conocer se hace limitado cuando depende
del intelecto, es decir de la mente. La
mente sólo interpreta y distorsiona lo
percibido por nuestros sentidos.
El conocimiento de
la mente es parcial y relativo. En cambio, con la comprensión profunda desde
la Conciencia nos damos cuenta de la no dualidad de lo Real, entendiendo por no
dualidad la no identificación con el cuerpo o la mente. Al conectarnos con la Conciencia Absoluta, mediante la meditación y el silencio
de la mente estaremos en disposición de acceder a la Sabiduría que es la Fuente
del Ser. Tal como nos lo vienen diciendo
desde hace miles de años los antiguos maestros de la tradición Vedanta, La Conciencia, lo que somos en realidad, es el Testigo, es la Presencia consciente del Sí mismo: es la Sabiduría Interior; es el Yo Soy como espíritu
infinito y eterno.
Ernesto Sánchez
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