viernes, 24 de febrero de 2017

Advaita y Conciencia

Advaita y Conciencia

Extracto del - Manual Advaita - por Benigno Morilla
Manual Advaita - Benigno Morilla
El advaita (o vedanta advaita) es una doctrina no dualista del hinduismo. Se atribuye su origen a Sankara, su gran sistematizador y difusor, si bien este cuerpo de enseñanzas hunde sus raíces en tiempos remotos. Para el advaita, entre la consciencia individual y la Conciencia Cósmica no hay separación, conforman una Unidad. Esta enseñanza invita a la toma de conciencia de que todo ser es, finalmente, el Ser Supremo, de modo que la separación entre criatura y creador no es más que una ilusión dualista. Esta separación ilusoria se sustenta, como veremos, en la identificación del sentido puro de Ser con ciertos atributos (cuerpo, mente, etc.). Para obtener la realización, el estudiante tiene que descansar en su sentido puro de Ser, así como discriminar entre aquello que es transitorio y no tiene sustancialidad y lo que siempre Es.
El advaita se encuentra presente asimismo, de forma más o menos solapada, en corrientes místicas de todos los lugares y tiempos, ya que compete a los últimos discernimientos, al Auto-conocimiento que revela nuestra verdadera naturaleza.
La filosofía advaita no es un cuerpo de creencias, por más que disponga de un marco teórico definido. Nos invita a efectuar un cambio radical en nuestros parámetros mentales desde un inicio. Generalmente, el maestro comienza por declarar al discípulo que él no es quien cree ser. Así, por ejemplo, Ashtavakra, al inicio de su enseñanza, anuncia al discípulo:
"Tú no eres tierra, tú no eres agua ni fuego, aire ni éter. Sabe que eres el Yo supremo y que la naturaleza de tu emancipación es el Yo y el testigo. Si puedes reposar en la conciencia habiéndote separado del cuerpo, en ese mismo momento alcanzarás la felicidad, en el contento de la paz y la libertad de las cadenas."
(El Cantar de Ashtavakra, 1: 3-4)
"Separarse del cuerpo", en este contexto, nada tiene que ver con desdoblamientos, viajes astrales u otros fenómenos de esta índole; significa, simplemente, separarse de la creencia de que somos el cuerpo. Naturalmente, al principio el discípulo se siente desconcertado pues, creyéndose una persona limitada, ¿cómo tomarse en serio que él es el "Yo supremo"? Para comprobar que el maestro no le engaña tendrá que meditar concienzudamente sobre sus palabras, para lo cual puede ser útil partir de analogías.
Por cierto, el diccionario define el término "analogía", en sus dos primeras entradas, como "relación de semejanza entre cosas distintas" y como "razonamiento basado en la existencia de atributos semejantes en seres o cosas diferentes". Pero considero que cabe dar una definición más profunda del término basada en su propia etimología. Analogía significa "palabra", "discurso" (Logos en griego), en correspondencia con lo alto (del griego ana). Es decir, el lenguaje, aunque difiere en grado del Logos cósmico, es de su misma naturaleza. No se trata de una relación de semejanza ni de simpatía, sino de un único y mismo fluir. En un caso se expresa como discurso hablado, en otro, como curso del devenir. Dicho de otro modo, la conciencia no es una propiedad particular de cada persona. Como la luz del Sol, que es una para todos, la Conciencia es única. Admitir este hecho, tras ser correctamente discernido, supone el primer paso en dirección a un cambio de paradigma semejante al paso del geocentrismo al heliocentrismo. Este punto es crucial y es uno de los pilares del advaita.
"¿Cuál es la fuente de la consciencia?", pregunta a Nisargadatta un oyente. Nisargadatta le responde: "La Conciencia misma es la fuente de todo". El Vedanta advaita asegura que la Conciencia, al igual que el espacio, lo abarca todo. Sólo hay un espacio, y los diferentes espacios que creemos ver no son más que parcelaciones de ese único espacio creadas por la mano y/o la mente del hombre. En un edificio dotado de varias plantas, formadas por distintos pisos y habitaciones, distinguimos distintos espacios, pero sólo hay un único espacio, si bien separado por suelos y tabiques. Si el edificio se derrumba, el espacio que ocupaba seguirá intacto y se advertirá que los distintos espacios eran sólo uno. Lo mismo cabe decir de la Conciencia. Es una e inmutable. Es anterior a todo y es por ella que todo es susceptible de ser percibido.
"Me inclino ante ese Omnisciente, que es Conciencia Pura, Omnipenetrante, Todo, que reside en los corazones de todos los seres y más allá de todos los objetos de conocimiento."
(Sankara: Upadisa Sahasri, 2:1)
Nada más lejos de nuestra generalizada visión de la realidad, según la cual cada persona es un ente separado del cual emerge su conciencia particular a modo de nubecilla.
La Biblia apunta hacia una conexión por semejanza del ser humano con lo Absoluto: "Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza", pero el advaita, como hemos indicado, no admite tal semejanza (entre dos entidades distintas), sino que afirma que el Fondo de todo lo existente es la Conciencia única y que, por tanto, no hay semejanza sino Unidad en esencia (ser) entre el ser humano y lo Absoluto, es decir, que todo, en su última realidad, es advaita: no-dual o no-dos. El ser humano cree poseer una conciencia separada de las conciencias de los demás seres humanos; todos ellos poseerían conciencias particulares, si bien "semejantes". El maestro advaita sostiene, en cambio, que no tenemos conciencia, sino, más bien, que somos y habitamos un único "campo" de conciencia. Por eso el advaita afirma que no somos lo que creemos ser. En último término, no somos un cuerpo, ni una mente, sino Conciencia pura, universal, eterna, imperecedera y nunca cambiante, en suma, el "Yo supremo" con el que Ashtavakra identificaba a su discípulo.
A algo similar apunta la cita evangélica:
"Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: 'Yo dije, dioses sois'?"
(Juan, 10:34)
Nuestro error perceptivo más básico se encuentra en el nivel de las creencias relativas a nuestra identidad. Ahora bien, nadie puede considerarse el Ser supremo o "Yo supremo" en tanto que persona, sino en la medida que va tomando conciencia de su identidad última (que, como veremos, equivale al sentido de Ser sin atributos), presente en él al igual que en todos los demás seres.
La mayoría de las personas piensan que la Conciencia es un producto del cerebro. Los sabios advaitines han afirmado, contrariamente, que el cerebro es algo así como el instrumento de la Conciencia. Dicho de otro modo: el cerebro no es un generador sino un transformador. Los neurocientíficos han descubierto las zonas del cerebro asociadas al habla, a las emociones y a otras cualidades y respuestas específicas. Desde el punto de vista advaita, tales afirmaciones equivalen a descubrir, por ejemplo, qué zona del teclado de un piano produce sonidos agudos, qué otra graves, etc. Pero para que suene el piano y se escuche la música hace falta un pianista. No se puede comprender el origen de la música analizando el objeto "piano" por muy exhaustiva que sea nuestra investigación. Tampoco un otorrinolaringólogo llegará a averiguar dónde se origina un poema escudriñando las cuerdas vocales de un poeta, por más que el poema se manifieste en el mundo a través del aparato fonador. Del mismo modo, entendemos que la Conciencia se hace manifiesta en el mundo como auto-conciencia gracias al cerebro, pero no es éste el que crea la conciencia. Tampoco las cuerdas vocales crean la canción o el poema, por más que posibiliten su expresión.
Las escrituras advaita comparan la Conciencia con un océano infinito dentro del cual estamos inmersos."Nuestra Conciencia" es la "Conciencia universal", que parece separarse de sí misma cuando, proyectada a través de nuestros sentidos, ilumina nuestro mundo y la identificamos con nuestro cuerpo y nuestra mente.
"Igual que el océano no es sino agua, el mundo entero de las cosas no es sino conciencia que llena todos los puntos cardinales como el espacio infinito."
(Yoga Vasishtha Sara, 10)
Fuente: Benigno Morilla - Manual Advaita - Trompa de Elefante, 2011

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