lunes, 11 de julio de 2016

LA PRESENCIA

por Vicente Simón
"La conciencia de Lo-Que-es-Aquí-y-Ahora, libre de conceptos y juicios,
no es un conocimiento intelectual. Es la realidad que se busca, pero tal realidad
no puede ser un objeto. Cualquier intento de describir esta conciencia fracasará,
porque la conciencia que es la realidad no se orígina añadiendo palabras ni
descripciones, sino excluyendo las cosas que impiden que se experimente".
Ramesh Balsekar
Vicente Simón
¿Qué queremos decir cuando hablamos de presencia? No es una pregunta de fácil respuesta, ya que la presencia se refiere a un estado de conciencia y, como tal, no es algo que se preste a ser descrito con palabras. Incluso, empleando las palabras más acertadas, no hay seguridad de que el mensaje sea captado con claridad. Se trata de una experiencia, de algo que hay que vivir en primera persona.
[...]
Como su nombre claramente indica, en el estado de presencia nos encontramos presentes y en el presente. Vivimos abiertamente en el ahora. Y esto ya es una ruptura radical con la conciencia egoica. Ya comentamos cómo el reino del ego es el "no presente". El ego ansía llegar al futuro, porque en él espera encontrar la felicidad, bajo cualquiera de las formas en las que se la prefiguró su fantasía. Debido a esta ansia por llegar al futuro, el ego pasa de puntillas sobre el presente. Se demora en él sólo lo necesario para que sus acciones le franqueen el paso. En realidad, el presente no le interesa. Lo considera sólo como un medio para alcanzar un fin. Por eso, entretenerse con él ¡le parece una pérdida de tiempo! No se da cuenta de que al no hacerlo, al no entretenerse, es cuando realmente pierde el tiempo. Pierde, en realidad, toda su vida: porque el futuro nunca llega. Siempre seguimos aquí, en el momento presente.
Por el contrario, al permanecer en el ahora, al demorarnos en él y saborearlo, estamos viviendo la vida, la única que tenemos, sin posponerla para un quimérico futuro. Vivimos el único momento que existe de verdad. Por eso, nos detenemos en él y procuramos ser conscientes de todo cuanto ese momento encierra. Lo aceptamos plenamente tal cual es: ¿cómo no vamos a hacerlo si ya está ahí, delante de nuestros ojos? Nos hacemos plenamente conscientes de todos sus detalles, matices y recovecos.
Lo que se experimenta en el estado de presencia es, por tanto, auténtico. La autenticidad es una característica exclusiva del presente. En el presente sentimos el cuerpo por dentro con todo lujo de detalles. Y también vemos, oímos, olemos, gustamos, tocamos de verdad. Sólo en el presente. En el pasado o en el futuro podemos recordar o imaginar sensaciones, pero no son reales, sólo son pálidos reflejos de la percepción directa de las cosas. ¡Qué gran diferencia existe entre ver e imaginar que vemos, o entre tocar e imaginar que se toca! En condiciones normales, el sistema nervioso distingue claramente lo que es real de lo que es imaginado o recordado. Las sensaciones reales poseen una especie de marchamo de autenticidad que es lo que se quiere expresar con el término "qualia". Nuestras sensaciones del presente son inefables, subjetivas, propias y privadas y su peculiar sabor o textura es imposible de transmitir a otra persona (e igualmente imposible de trasladar desde el presente a otro momento temporal cualquiera). Por medio del lenguaje podemos sugerir, indicar, insinuar, pero la autenticidad de la experiencia sólo es accesible a quien la experimenta. Por eso, las sensaciones que se viven en el presente tienen una riqueza, una profundidad y una inmediatez que no puede competir con nada que produzca la imaginación y, mucho menos, con un concepto. El presente se vive, el no-presente se imagina, se fantasea, se describe. Y, sin embargo, la conciencia egoica ha aprendido a renunciar a la riqueza del presente real y a vivir en la pobreza sensorial de la fantasía inexistente o del descarnado concepto.
La realidad que estamos experimentando no es, desde luego, un concepto. No gana nada si la intentamos describir con palabras. Al contrario, pierde. Si la tratamos de encerrar en la estrechez de un concepto, la empobrecemos, la cosificamos y la sacamos de lo que "es", ese latido de vida que somos, momento a momento. Si queremos describirla, la hacemos un objeto, pero eso no es la presencia. En la presencia completa, como antes sugería, la dualidad de sujeto-objeto (observador-observado) ya ha desaparecido. Lo único que existe es la experiencia, sin un sujeto que la viva (el sujeto lo introducimos después, cuando acaso queremos narrar la experiencia). En el momento en que se produce, sólo hay experiencia. El sujeto ha quedado perdido en la experiencia, engullido por ella. La presencia es pues, impersonal. Algo es presenciado. Se presencia. En ese momento de presencia auténtica, el sujeto, el observador, el yo, ha desaparecido. No es "yo observo", sino "hay observación", "la observación tiene lugar". Y todo esto, por supuesto, no son más que intentos de transmitir con palabras algo casi imposible de comunicar.
La presencia no sólo es impersonal. También es atemporal. Si vivimos en el instante, es que nos hemos salido del tiempo. El presente es siempre el mismo; sólo sus contenidos cambian. Pero el presente, como tal, permanece. Siempre estamos en él, en esa suerte de eternidad desde la que contemplamos el devenir de las cosas. Esta atemporalidad consustancial a la presencia entraña también una ruptura radical con la conciencia egoica, que se caracteriza por encontrarse presa del tiempo, fascinada por él. ¡La conciencia egoica espera tanto del futuro! Sin embargo en la presencia, el presente es aceptado y apreciado en todo su valor, que es el de la totalidad misma, libre de compromisos personales.
El experimentar el estado de presencia nos pone en contacto con un núcleo de estabilidad dinámica al que, uniéndome a una mayoría de personas que han tratado de describirlo, voy a llamar el ser. Y es del ser de lo que trata el próximo capítulo.
Vivir con plena atención
[Extracto del cap. 10]

domingo, 10 de julio de 2016

La realización del Sí Mismo



por Sri Ramana Maharshi

Discípulo.: ¿Cómo puedo lograr la realización del Sí mismo?
Maharshi.: La realización no es nada que haya que conseguir; ya está aquí. Todo lo que se necesita es deshacerse del pensamiento "no he realizado".
La quietud o paz es la Realización. No hay un solo momento en el que el Sí mismo no sea. Mientras existan dudas o se tenga el sentimiento de no haber realizado, uno debe tratar de deshacerse de esos pensamientos, que se deben a la identificación del Sí mismo con lo que no es el Sí mismo. Cuando lo que no es el Sí mismo desaparece, sólo queda el Sí mismo. Para hacer sitio, basta con eliminar lo que entorpece; el sitio no es algo que se traiga de otra parte.
D.: Puesto que la Realización no es posible sin vasana-kshaya (destrucción de las vasanas), ¿cómo debo realizar ese estado en el que las vasanas (1) son efectivamente destruidas?
M.: ¡Ya estás ahora en ese estado!
D.: ¿Quiere eso decir que aferrándome al Sí mismo, las vasanas resultarán destruidas a medida que vayan emergiendo?
M.: Se destruirán por sí solas si permaneces tal como eres.
D.: ¿Cómo alcanzaré el Sí mismo?
M.: No se trata de alcanzarlo. Si el Sí mismo tuviera que ser alcanzado, eso significaría que no existe aquí y ahora, sino que todavía tiene que ser obtenido. Todo aquello que uno consigue, un día se perderá. Así pues, es impermanente. Y lo que no es permanente no es digno de que se esfuercen por ello. Por eso digo que el Sí mismo no se alcanza. Tú eres el Sí mismo; ya eres Eso.
Lo que sucede es que eres ignorante de tu estado de bienaventuranza. La ignorancia sobreviene y extiende un velo sobre el Sí mismo en su pureza, que es Bienaventuranza. Los esfuerzos sólo se dirigen a eliminar ese velo de ignorancia, que no es más que conocimiento erróneo. El conocimiento erróneo es la falsa identificación del Sí mismo con el cuerpo, la mente, etc. Esta falsa identificación debe desaparecer, y entonces sólo queda el Sí mismo.
Por consiguiente, la Realización es para todos; es algo que no establece ninguna distinción entre los aspirantes. Esa duda misma de si podrás realizar y la noción "no-he-realizado" son, en sí mismas, los obstáculos. Desembarázate también de esos obstáculos.
D.: ¿De qué utilidad es el samadhi (2)? ¿Subsiste el pensamiento entonces?
M.: Sólo el samadhi puede revelar la Verdad. Los pensamientos tienden un velo sobre la Realidad y, así, ésta no es comprendida como tal en otros estados que no sean el samadhi.
En el samadhi sólo existe el sentimiento "YO SOY", y ningún pensamiento. La experiencia "YO SOY" es permanecer en quietud.
D.: ¿Cómo puedo repetir la experiencia del samadhi o de la quietud que obtengo aquí?
M.: Tu experiencia actual se debe a la influencia de la atmósfera en la que te encuentras. ¿Puedes tenerla fuera de esta atmósfera? Esta experiencia es intermitente. Mientras no se haga permanente, es necesaria la práctica.
D.: A veces uno tiene vívidos destellos de una conciencia cuyo centro se encuentra fuera del sí mismo normal, y que parece abarcarlo todo. Sin entrar en conceptos filosóficos, ¿qué me aconsejaría Bhagavan que hiciera para obtenerretener y prolongar esos raros destellos? Laabhyasa (3), en una experiencia tal, ¿implica retiro?
M.: ¿Fuera? ¿Para quién existen el dentro o el fuera? Estas dimensiones sólo pueden existir mientras existan el sujeto y el objeto. Y éstos, ¿para quién existen a su vez? Si indagas descubrirás que se reducen únicamente al sujeto. Observa quién es el sujeto, y esta indagación te conducirá a la Conciencia pura situada más allá de él.
El sí mismo normal es la mente. Esta mente tiene limitaciones. Pero la pura Conciencia está más allá de toda limitación, y se la alcanza con la indagación, hecha tal como se ha señalado antes.
Obtener: el Sí mismo está siempre aquí. Sólo tienes que eliminar el velo que obstruye la revelación del Sí mismo.
Retener: una vez que realizas el Sí mismo, eso se convierte en tu vivencia directa e inmediata. No se pierde jamás.
Prolongar: no hay ninguna prolongación del Sí mismo, puesto que el Sí mismo siempre está igual, sin contracción ni expansión.
El retiro: morar en el Sí mismo es soledad. Porque no hay nada ajeno al Sí mismo. El retiro debe ser retiro de algún lugar o estado a otro. Y no existen ni lo uno ni lo otro aparte del Sí mismo. Puesto que todo es el Sí mismo, el retiro es imposible e inconcebible.
La abhyasa es sólo el impedir la alteración de la paz intrínseca. Tú estás siempre en tu estado natural, tanto si haces abhyasa como si no... Permanecer tal como eres, sin preguntas ni dudas, es tu estado natural.
D.: Al realizar el samadhi, ¿no se obtienen también siddhis (4)?
M.: Para poder exhibir siddhis, tiene que haber otros que los reconozcan. Eso significa que no hayjnana (5) en quien los exhibe. Por consiguiente, los siddhis no son dignos de que se les dedique la más mínima atención; el único objetivo que se debe perseguir y alcanzar es el jnana.
D.: Mi realización, ¿ayuda a los demás?
M.: Sí, y es la mejor ayuda que puedas ofrecer a los demás. Quienes han descubierto grandes verdades, lo han hecho en las profundidades tranquilas del Sí mismo. Pero, en realidad, no hay "otros" a quienes ayudar. Porque el Ser realizado no ve más que el Sí mismo, de la misma manera que el orfebre no ve más que el oro mientras lo aquilata en distintas joyas hechas de este metal. Cuando te identificas con el cuerpo, hay nombre y forma. Pero cuando trasciendes la conciencia del cuerpo, los "otros" también desaparecen. El Realizado no ve el mundo como algo distinto de sí mismo.
D.: ¿No sería mejor que los santos se mezclaran con los otros?
M.: No hay "otros" con quienes mezclarse. El Sí mismo es la única Realidad.
D.: ¿No debo intentar ayudar al mundo que sufre?
M.: El Poder que te creó ha creado también al mundo. Si puede cuidar de ti, también puede cuidar del mundo... Si Dios ha creado el mundo, es incumbencia suya cuidarlo, no tuya.
D.: ¿No es nuestro deber ser patriotas?
M.: Tu deber es SER, no ser esto o aquello. "YO SOY EL QUE SOY" resume toda la verdad, y el método se resume en "permanece en quietud" (summa iru(6)".
¿Y qué significa "quietud"? Significa: "Destrúyete a ti mismo"; puesto que todo nombre y forma es causa de in-quietud. "Yo-Yo" es el Sí mismo; "yo soy esto" es el ego. Cuando el "Yo" se mantiene sólo como el "Yo", es el Sí mismo. Cuando se va por la tangente y dice: "Yo soy esto o aquello, yo soy tal o cual", entonces es el ego.
D.: Entonces, ¿quién es Dios?
M.: El Sí mismo es Dios. "YO SOY" es Dios. Si Dios existiera aparte del Sí mismo, debería ser un Dios sin mismidad, lo cual es absurdo. Todo lo que se requiere para realizar el Sí mismo espermanecer en quietud. ¿Qué puede haber más fácil? Por consiguiente, Atma-vidya (7) es lo más fácil de obtener.


Fuente: Extracto del libro El evangelio de Sri Ramana Marharshi (Mandala Ediciones, 2010), Enseñanzas Espirituales (Kairós, 2008)
Notas:
  1. Vasana: una tendencia mental que continúa desde vidas anteriores.
  2. Samadhi: el estado de absorción en el Sí mismo, en el que, como lo dice Sri Bhagavan, "existe sólo la sensación 'Yo soy' sin pensamientos".
  3. Abhyasa: practica espiritual.
  4. Siddhis: poderes ocultos.
  5. Jnana: conocimiento, especialmente conocimiento del Sí mismo real.
  6. Summa iru: silencio
  7. Atma-vidya: conocimiento del Sí mismo.

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sábado, 9 de julio de 2016

Sri Nisargadatta Maharaj



La consciencia, el único "capital"

Extraído de "Las enseñanzas esenciales de Sri Nisargadatta Maharaj", por Ramesh Balsekar
Ramesh Balsekar
Nisargadatta Maharaj

La consciencia es el único "capital" con el que nace el ser sensible. Esta es la situación aparente. Sin embargo, la situación real es que lo que nace es consciencia, una consciencia que necesita de un organismo para manifestarse en él, y ese organismo es el cuerpo físico.
¿Qué es lo que da a un cuerpo sensible su sensibilidad, su capacidad de tener sensaciones, de reaccionar a los estímulos? ¿Qué es lo que distingue a una persona viva de una muerta? Se trata, naturalmente, del sentido de ser, del conocimiento de estar presente, de la consciencia, del espíritu activador que anima la estructura física que es el cuerpo.
Es la consciencia, en efecto, lo que se manifiesta en las formas individuales y les da existencia aparente. En los seres humanos surge de dicha manifestación el concepto de un "yo" separado. En cada individuo lo Absoluto se refleja como conciencia, y así la Conciencia pura se convierte en auto-conciencia o consciencia.
El universo objetivo se encuentra en flujo continuo, proyecta y disuelve constantemente formas innumerables. Siempre que se crea una forma y recibe una infusión de vida (prāna), aparece de manera simultánea y automática la consciencia (caitanya) por el reflejo de la Conciencia Absoluta en la materia. Debemos entender claramente que la consciencia es un reflejo de lo Absoluto sobre la superficie de la materia, lo cual produce una sensación de dualidad. A diferencia de la consciencia, la Conciencia o Estado Absoluto carece de principio y de fin, sin necesitar ningún apoyo más que sí mismo. La Conciencia sólo se convierte en consciencia cuando dispone de un objeto en que reflejarse. Entre la Conciencia pura y la conciencia reflejada en forma de consciencia hay un abismo que no puede atravesar la mente. ¡El reflejo del sol en una gota de rocío no es el sol!
[...]
¿Cuál es la sustancia real de esta consciencia animadora? Evidentemente, debe ser la materia física, pues no puede sobrevivir en ausencia de la forma física. La consciencia manifestada sólo puede existir mientras su residencia, el cuerpo, se mantenga en un estado sano y habitable. Si bien la consciencia es un reflejo de lo Absoluto, esta limitada en el tiempo y sólo puede ser sustentada por el alimento material, compuesto de los cinco elementos, que es el cuerpo físico. La consciencia reside en un cuerpo sano y lo abandona cuando éste está deteriorado y moribundo. El reflejo del sol sólo se puede ver en una gota de rocío limpia, nunca en una de agua turbia.
Podemos observar la naturaleza y la función de la consciencia en nuestros estados cotidianos habituales del sueño, los ensueños y la vigilia. En el sueño profundo, la consciencia se retira a un estado de reposo, por así decirlo. Cuando está ausente la consciencia, no tenemos sentido de nuestra propia existencia, ni de presencia, ni mucho menos de la existencia del mundo y sus habitantes, ni de ninguna idea de esclavitud ni de liberación. Esto es así porque está ausente el concepto mismo "yo". En el estado en que se tienen los sueños empieza a agitarse una mota de consciencia; no estamos plenamente despiertos, pero en una fracción de segundo se crea a partir de esa mota de consciencia todo un mundo de montañas y valles, de ríos y lagos, de ciudades y pueblos con edificios y personas de diversas edades, entre ellas el propio soñador. Y, lo que es más importante: ¡el soñador no tiene ningún control sobre lo que hacen los personajes soñados! Dicho de otra palabra, se crea un nuevo mundo vivo en una fracción de segundo, pergeñado a partir de la memoria y de la imaginación por un mero movimiento de esa mota de consciencia. "Imaginaos, por tanto —dice Maharaj—, el poder extraordinario de esta consciencia, en vista de que una sola mota suya puede contener y proyectar un universo entero. Cuando se despierta el durmiente, desaparecen el mundo de los sueños y los personajes soñados".
¿Qué sucede cuando terminan tanto el sueño profundo como el estado de sueño y vuelve a aparecer de nuevo la consciencia? La sensación inmediata es entonces de existencia y presencia: no de la presencia de "mi", sino de la presencia como tal. Sin embargo, en seguida se hace cargo la mente y crea el "concepto de yo" y la consciencia del cuerpo.
Estamos tan acostumbrados a concebirnos como cuerpos dotados de consciencia que nos resulta muy difícil aceptar o comprender siquiera la situación real. En realidad, es la consciencia lo que se manifiesta en cuerpos innumerables. Es esencial, por tanto, percatarse de que el nacimiento y la muerte no son más que el comienzo y el fin de una serie de movimientos de la consciencia, que se interpretan como eventos en el espacio-tiempo. Si somos capaces de darnos cuenta de ello, nos daremos cuenta también de que somos puro ser-conciencia-bienaventuranza en nuestro estado original y prístino, y que cuando estamos en contacto con la consciencia no somos más que testigos (completamente separados) de los diversos movimientos de la consciencia. Éste es un hecho indiscutible, pues es evidente que no podemos ser lo que percibimos; el perceptor ha de ser distinto de lo que percibe.

Lo manifestado y lo inmanifestado son uno

Todo el universo manifestado existe únicamente en la consciencia. Una conceptualización del proceso sería la siguiente: la consciencia brota en el Ser Puro, sin más causa o motivo que el hecho de que es su naturaleza surgir así, como surgen las olas en la superficie del mar. En la consciencia, el mundo aparece y desaparece, y todos nosotros tenemos derecho a decir: Todo lo que hay es Yo; todo lo que hay es mío; antes de todo comienzo, después de todo final... Yo estoy aquí para ser testigo de todo lo que suceda. "Tú", "yo" y "él" no son más que apariencias en la consciencia; todas son básicamente "Yo".
No es que el mundo no exista. Como apariencia en la consciencia, el mundo es la totalidad de lo conocido en el potencial de lo desconocido. Se puede decir que el mundo aparece, pero no que es. Como es natural, la duración de las apariencias variará en función de las diversas escalas temporales. Aparte del hecho de que el mundo desaparece en el sueño profundo y reaparece en el estado de vigilia, la duración de su aparición variaría en virtud del plazo de tiempo que nos ha sido otorgado de vida: ¡pocas horas para un insecto, y eones para la trinidad de Brahmā, Vishnū y Maheśvara! En última instancia, sin embargo, todo lo que es apariencia en la consciencia debe tener fin y no puede tener realidad alguna.
[...]
Es necesario tener clara la diferencia, por teórica que sea, entre la conciencia de lo Absoluto y la consciencia en la cual aparece el universo. Una es reflejo de la otra. Pero el reflejo del sol en la gota de rocío no es el sol. En ausencia de la objetivación, como ocurre en el sueño profundo, el universo aparente no es, pero nosotros somos. Esto es así porque somos lo que es el universo aparente y viceversa: duales en la presencia, no-duales en la ausencia; separados irreconciliablemente en concepto, unidos indisolublemente antes de ser concebidos.

El conocimiento básico

El conocimiento "Yo soy" o consciencia es el único "capital" que tiene el ser sensible. De hecho, si no tuviera consciencia, no tendría sensibilidad alguna.
Cuando esta cualidad "Yo soy" no está presente, como sucede en el sueño profundo, no hay cuerpo, no hay mundo exterior y no hay "Dios". Es evidente que una mota minúscula de esta consciencia contiene todo el universo.
Sin embargo, no puede existir la consciencia sin un cuerpo físico, y dado que la existencia del cuerpo es temporal, la consciencia también debe ser temporal.
Por último, si la consciencia está limitada en el tiempo y no es eterna, cualquier conocimiento que se adquiera por medio de la consciencia no puede ser la verdad y, por tanto, debe rechazarse en última instancia o, como he dicho, ofrecerse a Brahman a modo de oblación, entendiendo porBrahman la consciencia, el ser, la cualidad de "Yo soy", o Īśvara o Dios, o como queráis llamarlo. Dicho de otro modo, los opuestos relacionados entre sí, tanto el conocimiento como la ignorancia, están en el terreno de lo conocido y, en consecuencia, no de la verdad; la verdad se encuentra sólo en lo desconocido. Cuando esto se ha comprendido claramente, no queda ya nada por hacer. De hecho, en realidad no existe "entidad" que pueda hacer algo.

Conciencia y consciencia

¿En que se diferencia "conciencia" de "consciencia" (1), si es que se diferencian en algo?"...
... La conciencia es de lo Absoluto y, por tanto, está más allá de los tres gunas (gunatīta), mientras que la consciencia es algo alimentado y limitado por el cuerpo de alimentos. Cuando se destruye el cuerpo de alimentos, también desaparece la consciencia. Atención: no muere nadie; el cuerpo, constituido por los cinco elementos, se mezcla con los elementos cuando se encuentra sin vida, y la consciencia, que está sujeta a los tres gunas, se libera de los gunas. La conciencia es el estado original primitivo, anterior al concepto de espacio-tiempo, y no necesita causa ni apoyo. Simplemente es. No obstante, en el momento en que surge el concepto de consciencia en este estado original de unicidad, surge el sentido de "Yo soy", provocando un estado de dualidad. La consciencia, en tanto que tiene una forma, es un reflejo de la conciencia sobre la superficie de la materia. No es posible pensar en la consciencia como cosa separada de la conciencia; no puede haber un reflejo del sol sin el sol. Pero si puede haber conciencia sin consciencia. En el sueño profundo, por ejemplo, no hay consciencia (está en reposo), pero desde luego que si hay conciencia porque, al despertarse, uno es consciente de haber dormido; pero sólo al despertarse.
No olvidemos nunca que sólo la consciencia es nuestra compañera constante, y que la continua atención a nuestro propio flujo de la consciencia nos lleva a la Conciencia: a la existencia básica, a eso-que-es-vida-amor-dicha. La consciencia misma de ser consciente ya es de suyo un movimiento hacia la Conciencia. La mente, por su naturaleza misma, es extrovertida, siempre tiende a buscar el origen de las cosas dentro de las cosas mismas. Cuando se dirige hacia su propia fuente interior, es casi como el inicio de una nueva vida. La Conciencia reemplaza la consciencia. Cesa el "Yo soy", que es un pensamiento en la consciencía. En la conciencia no hay pensamiento. La conciencia es la fuente de la consciencia. (Maharaj recomienda como ejercicio espiritual excelente el sentarse en silencio y observar lo que aflora a la superficie de la mente). Lo que llamamos "pensamientos" son como ondas en la superficie del agua. Los pensamientos conducen siempre a la identificación o a la condena; son fruto de ideas preconcebidas y presentan un obstáculo en el camino que conduce a la verdadera comprensión. Del mismo modo que el agua está serena cuando no tiene ondas, también está serena la mente cuando está libre de pensamientos, cuando está pasiva y receptiva por completo.
Aparecerán todo tipo de imágenes en el espejo de tu mente, se quedarán allí un rato y desaparecerán después. Observa tranquilamente cómo van y vienen. Debes estar alerta, pero sin sentir atracción ni repulsión. Es importante no involucrarse. Esta actitud de testigo silencioso tendrá el efecto gradual de expulsar todos los pensamientos inútiles, como a huéspedes indeseados a los que no se hace caso. Estando así dentro de ti mismo, es decir, en el estado de "Yo soy", contemplando el flujo de la mente sin intervenir ni juzgar, como testigo imparcial, lo desconocido "profundo" se animará a salir a la superficie de la consciencia y liberará sus energías no usadas para permitirte comprender el misterio del origen de la vida.


viernes, 8 de julio de 2016

LA NADA ES LO QUE SOMOS

La Nada

Satsang con Luis de Santiago Xuño, Galicia (16 abril 2016)
Luis de Santiago
Hay que acostumbrarse a la nada, porque en realidad la nada es lo que somos. Estamos acostumbrados a que la nada no sirve para nada. Eso es lo que nos dice la mente. La nada, es nada, y ahí no pasa nada. Como no se puede medir, como no se puede pesar, como no se le puede ponerle ningún atributo, nos han enseñado que la nada no es nada y que no hay que hacerle caso, hay que hacerle caso a las cosas que son algo. Y cuando nos ponemos en contacto con esa nada que somos, que es lo que somos en realidad, la mente trata de que no estemos en la nada, la tendencia que tú decías, de buscar algo que hacer, de inventarle algo que pensar, de hacer algo porque la nada no es buena, la nada no conlleva a nada bueno.
Hablamos mucho de lo que somos, buscar qué somos, encontrar qué somos, como la meta última de nuestra vida, y en realidad lo que somos, primero que está aquí todo el tiempo, no es nada que haya que encontrar, no es nada que esté oculto, no es nada que tenga que ver con espíritus, ni con dimensiones, ni con seres de otro tipo, ni con extraterrestres, ni con nada de eso. Lo que somos es muy práctico, es muy sencillo y sin ninguna complicación. Lo que sucede es que, como nos dicen que la nada es nada, tendemos a concentrarnos en la materia. Pero si nos ponemos a ver, la materia, esto que consideramos sólido, está formado por átomos y esos átomos no están pegados los unos a los otros formando una materia sólida, esos átomos son como planetas que están dando vueltas en un vacío, en una nada, y hasta la materia más sólida que podamos imaginarnos, incluso el metal mas denso, es solo materia el 0,00001 %, de ese metal que nosotros consideramos que es sólido, que es denso. Osea que el vacío es el 99,9999 % de todas las cosas que existen. Si solo aceptamos que somos la parte sólida, la parte de átomos que nos forma, estamos aceptando solamente un 0,00001 % de lo que somos y nos estamos perdiendo el 99,9999 %. Cuando despertamos a esa realidad, y empezamos a aceptarnos como vacío, aceptamos que además de ser átomos, somos vacío, y nos aceptamos como ese vació, nos aceptamos al 100 %.
La parte sólida, que en realidad no es sólida, porque si nos ponemos a ver, esos átomos, esa materia que es el 0,0001 %, lo analizamos lo vemos de cerca, nos damos cuenta de que está formado por una cosa que se llama partículas subatómica, que son como unos átomos dentro de los átomos. Más o menos es lo mismo pero a otro nivel. De la misma forma como el universo, los planetas y las estrellas, en realidad son iguales que átomos, y los átomos son un nivel más abajo, debajo de los átomos están las partículas subatómicas, que son otra vez el 0,00001% y el resto es vacío. Y seguramente más adelante los científicos van a encontrar que en esa materia subatómica, lo poco que es materia esta formada también por 0,00001% de materia y el resto es vacío. Osea que si al final nos damos cuenta, no existe la materia, somos puro vacío, y lo que nosotros percibimos como materia son modulaciones que ocurren en el vacío que nos hacen verla, ver como si fueran cosas, como si fueran materia sólida, y esos 0,0001% que consideramos que es materia de verdad, nuestra mente lo coge y construye a su alrededor todo esto, (Luis empieza a tocar cosas) y esto, y todo lo que consideramos sólido, y es pura ilusión.
Con muy poquitos datos (0,00001%) nuestra mente crea toda esta ilusión de solidez. Entonces, lo que somos de verdad, lo que sí existe de verdad y no hay forma de dudarlo, es el vacío. Y lo que somos es el vacío. Ahí no entra la mente, ahí no construye nada la mente, pero ese vacío no es tonto, ese vacío no es inútil, ese vacío no es prescindible. Ese vacío es amor. Es amor puro. Ese vacío es sabiduría infinita, ese vacío es paz. Y por eso queremos volver, queremos saber lo que somos, queremos encontrarnos. Porque intuimos, porque dentro de nosotros hay algo que nos está diciendo que eso que nos dicen que no sirve para nada, es exactamente el único sitio donde no hemos buscado, el único sitio que nos falta por buscar y tiene que ser ese, porque no hay nada más.
Simplemente aceptar el otro 99,9999 % de ti como tu propio ser. Y aceptar también el 0,0001 % como el personaje que nos toca jugar en la película, porque ese si que es sólido, ese si es el que tiene forma, pero la mayoría de lo que somos es vacío y al aceptarnos como vacío vamos a sentir la paz que hay en el vacío y el amor que hay en el vacío y la sabiduría infinita que hay en el vacío, directamente, porque es lo que somos. Y cuando aceptamos el vacío nos damos cuenta que ese vacío no esta limitado, el vacío donde están mis átomos no termina donde termino yo, se extiende y es el mismo vacío donde están tus átomos. Y el universo entero, no están acotados los vacíos, “este vacío es de tal galaxia y este otro vacío es de tal otra galaxia”. Solo hay uno.
El vacío siempre va a estar ahí, imperturbable, esperando que te des cuenta que tú eres eso. Y simplemente dándote cuenta que tú eres eso, todo el amor, toda la sabiduría, toda la paz del universo la empiezas a percibir y a disfrutar como tuya, como lo que tú eres. Eso es lo que somos.
¿Qué nos queda? Aceptarlo, constantemente, aceptar ese vacío, aceptar esto que hay entre los dos como algo continuo. Y eso es lo que todos los maestros dicen, que todos somos uno. ¡Por supuesto que todos somos uno! ¡Todos somos el mismo vacío! No es que yo esté metido dentro de ti o dentro de ti y todos formemos una masa de cuerpos, es que todos somos uno. Y cuando aceptamos eso, empezamos a vernos en los demás, empezamos a aceptar a los demás como uno mismo, empezamos a amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos ...es así de sencillo. Y si no fuera por la mente estaríamos todo el tiempo conscientes de lo que somos.
Pero el juego del universo nos coloca en esta posición, y tenemos una cosa, llamada mente, cuyo trabajo es no dejar que nos demos cuenta, y nos sueltan en el universo a ver cuando, por fin, nos vamos a dar cuenta.
Y ahora, a partir de ese “yo soy” que encontramos ayer, vamos a quedarnos en silencio y vamos a expandirnos, hacia afuera y hacia adentro. Vamos a tomar posesión de todo ese vacío que somos.
Luis de Santiago

viernes, 1 de julio de 2016

LA PRESENCIA DEL MOMENTO





Un Solo Sabor

por Ken Wilber
Ken Wilber
Este artículo expresa de manera bastante lúcida el proceso de búsqueda interior y conocimiento del Sí Mismo. Lo recomiendo a los participantes que están en mis talleres de Meditación y Crecimiento Humano. En el párrafo final de este artículo queda respondida la pregunta que nos hacemos en cuanto a nuestra verdadera identidad, ¿quién Soy Yo? Wilber responde: "tu identidad básica es todo lo que emerge instante tras instante" . ¡Excelente!
(Ernesto S.)

Son muchas las cosas de las que puedo dudar, pero de lo único que no puedo dudar es de mi propia conciencia presente. Mi conciencia ES y, aunque la cuestionase, no dejaría de ser mi conciencia dubitante. Puedo creer que mis sentidos se enfrentan a una realidad falsa, una realidad exclusivamente virtual o digital compuesta de imágenes que parecen reales pero, aun en tal caso, no puedo dudar de la conciencia que está observando...
La contundencia de mi conciencia presente me proporciona la certeza inmediata de que, en este momento, existo, de que, en este momento, soy. Es imposible cuestionar la conciencia y el Ser de este instante, porque es el fundamento mismo de todo conocimiento, de toda percepción y de toda existencia...
¿Quién soy yo? Formúlate esta pregunta una y otra vez, profundamente. ¿Quién soy yo? ¿Qué hay en mí que sea consciente de todo?
Tanto si crees conocer al Espíritu como si crees desconocerlo, el Espíritu no deja de ser el que está pensando todas esas cosas. Puedes dudar de los objetos de conciencia, pero jamás podrás poner en cuestión al que duda, jamás podrás dudar realmente del Testigo que se da cuenta de todo ese despliegue. Descansa, por lo tanto, en el Testigo, independientemente de que creas conocer o ignorar a Dios, porque ese Testigo, la innegable inmediatez de la conciencia es, en sí misma, Dios, el Espíritu, la mente de Buda. La certeza no descansa en los objetos, sino en la pura Conciencia sentida en la que aparecen los objetos. Jamás podrás ver a Dios, porque Dios es El Que Ve y no un objeto finito, mortal y definido que pueda verse...
El estado puro de Ser no es difícil de alcanzar, sino imposible de eludir, porque siempre está presente y, en realidad, jamás puede ser cuestionado. Nunca podrás escapar del Espíritu, porque el Espíritu mismo es precisamente el que está escapando. Por decirlo en pocas palabras, el Espíritu no es difícil de encontrar, sino imposible de evitar, porque es lo que ahora mismo está leyendo esta página. ¿Puedes sentir Ese Uno? ¿Por qué sigues buscando a Dios cuando, de hecho, Dios es El que lee?
Basta con que te preguntes: ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo?
Soy consciente de mis sentimientos, de modo que no soy mis sentimientos. ¿Quién soy yo? Me doy cuenta de mis pensamientos, de modo que no soy mis pensamientos. ¿Quién soy yo? Las nubes flotan en el cielo, los pensamientos flotan en la mente, los sentimientos flotan en el cuerpo y yo no soy nada de eso, porque puedo contemplarlo todo.
Puedo, además, dudar de la existencia de las nubes, puedo dudar de la existencia de los sentimientos y puedo poner en cuestión la existencia de los objetos de pensamiento, pero no puedo cuestionar la existencia, en este instante, del Testigo porque, aun en tal caso, sería el Testigo el que se diese cuenta de mi duda.
Yo no soy ninguno de los objetos de la naturaleza, de los sentimientos del cuerpo ni de los pensamientos de la mente, porque puedo darme cuenta de todos ellos. Yo soy el Testigo, la Apertura inmensa, espaciosa, vacía, pura y transparente que registra de forma imparcial todo cuanto aparece, como el espejo que refleja naturalmente todos los objetos que desfilan ante él...
Ahora mismo puedes sentir esa Gran Liberación porque, en el mismo instante en que descansas en la simple presencia de este momento, te liberas de la sofocante constricción de los meros objetos, de los meros sentimientos y de los meros pensamientos; todos ellos vienen y van, pero tú eres el inmenso, libre, vacío y abierto Testigo que los contempla sin verse afectado por sus tormentos y torturas.
Éste es, de hecho, el descubrimiento... del yo divino puro, del Testigo sin forma, de la nada causal, de la inmensa Vacuidad en la que emerge la totalidad del mundo, permanece durante un tiempo y acaba desapareciendo. Y tú eres Eso. Tú no eres el cuerpo, el ego, la naturaleza, los pensamientos, esto o aquello, sino la inmensa Vacuidad, Libertad y Liberación.
Y ese descubrimiento... te lleva a mitad del camino de vuelta a casa. Después de habertedesidentificado de todos y cada uno de los objetos finitos, descansas como Conciencia infinita. Eres libre, abierto, vacío, cristalino, radiante, suelto, liberado, exaltado e impregnado de una vacuidad beatífica que existe antes del espacio, antes del tiempo, antes de las lágrimas, antes del terror, antes del dolor, de la mortalidad, del sufrimiento y de la muerte. Has descubierto el gran No Nacido, el inmenso Abismo, el Fundamento incalificable de todo lo que es, de todo lo que fue y de todo lo que será.
Pero ¿por qué digo que sólo has llegado a la mitad del camino? Porque cuando descansas en la amplitud infinita de la conciencia, espontáneamente consciente de todo cuanto aparece, no tardará en llegar la gran catástrofe de la Libertad y la Plenitud final en la que el Testigo mismo acaba desvaneciéndose y, en lugar de ver el cielo, eres el cielo, en lugar de palpar la tierra, eres la tierra y, en lugar de oír el trueno, eres el trueno. Y cuando Tú y el Kosmos entero os fundís en Un Solo Sabor, puedes beberte el océano Pacífico de un trago y sostener el Everest en la palma de la mano, mientras las supernovas se arremolinan en torno a tu corazón y tu cabeza se ve reemplazada por el sistema solar...
Tú eres Un Solo Sabor, el espejo vacío que es uno con todos y cada uno de los objetos que aparecen en su abrazo, una amplitud descuidadamente vasta y translúcida, infinita, eterna y resplandeciente más allá de la liberación. Y tú... eres... Eso.
Así es como el dualismo cartesiano primario ―que no es más que el dualismo entre... aquí dentro y ahí afuera, entre sujeto y objeto, entre el Testigo vacío y todas las cosas registradas― desaparece y se ve trascendido por Un Solo Sabor no dual. Cuando realmente conectas con el Testigo y vas más allá de él, entonces ―y sólo entonces― puedes trascenderlo en la No dualidad radical y, en lugar de hallarte a mitad de camino, habrás vuelto completamente a casa, aquí, en la maravilla omnipresente de lo que es...
¿Y cómo sabes que realmente has superado el dualismo cartesiano? De un modo muy sencillo, porque entonces ya no sientes que estás de este lado de tu rostro contemplando un mundo que se halla frente a ti. Sólo existe el mundo, tú eres él y sientes que eres uno con todo lo que emerge instante tras instante. No estás simplemente de este lado de tu rostro contemplando lo que ocurre fuera de aquí, porque "aquí" y "ahí" se funden entonces en Un Solo Sabor con una evidencia y una certeza tan rotundas como si sobre tu cabeza hubiese caído una roca de cinco toneladas, una sensación, cómo decirlo, imposible de olvidar.
En ese mismo instante que, en realidad, es tu estado omnipresente, desaparece la identificación exclusiva con este organismo concreto, desaparece la contracción de la conciencia en el interior de tu cabeza, una contracción que te lleva a sentir que "tú" estás de este lado de tu rostro contemplando el mundo "exterior". Entonces la atención no está atrapada en el cuerpo-mente personal porque, en su lugar, la conciencia es una con todo lo que aparece, una expansión inmensa, abierta, transparente, radiante, infinitamente Libre y Plena que abarca la totalidad del Kosmos y en la que todos y cada uno de los objetos se funden eróticamente en el Gran Abrazo de Un Solo Sabor. Entonces es cuando dejas de estar exclusivamente detrás de los ojos, te conviertes en la Totalidad y experimentas de manera directa e inmediata que tu identidad básica es todo lo que emerge instante tras instante (como antes te sentías identificado con esa espira finita, parcial, separada y mortal de carne a la que llamas cuerpo). Entonces es cuando dentro y fuera se convierten en Un Solo Sabor. ¡Así es como ocurre!




Boomeritis, Sidebar E: The Genius Descartes Gets a Postmodem Drubbing: Integral Historiography in a Postmodem age
Fuente: Ken Wilber. La pura conciencia de ser (Editorial Kairós, 2006)

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