¿Qué es lo que todos nosotros queremos por encima de todo? Sin duda, debe ser la felicidad. La historia de nuestras vidas puede verse tal vez como una búsqueda de la felicidad. En el transcurso de esa búsqueda hacemos una serie de suposiciones sobre dónde se encuentra la felicidad ― en el dinero, el poder, un trabajo interesante, una relación amorosa, los hijos, los deportes emocionantes, en absorbentes pasatiempos, las drogas, el alcohol ... Pero en algún momento llegamos a reconocer que mientras estas cosas pueden producir un estado temporal de felicidad, ninguna de ellas podría traernos la paz y la felicidad imperturbable que realmente queremos. Es esta comprensión la que nos lleva a emprender una búsqueda espiritual hacia la iluminación, el descubrimiento de nuestra verdadera naturaleza. Como lo explica el maestro de la Vía Directa, Rupert Spira:
Todos sabemos que los estados pacíficos de la mente, el cuerpo y el mundo no son duraderos y no nos proporcionan la paz profunda que verdaderamente deseamos. Sólo la paz que es inherente a nuestra verdadera naturaleza puede realmente poner fin al anhelo que inicia y sostiene muchas de nuestras actividades y relaciones.
(Presencia, Parte 2, cap. 1)
Las grandes religiones y filosofías espirituales como el Vedanta Advaita, el Budismo, el Sufismo y el Cristianismo místico, apuntan a la naturaleza no-dual de la realidad: sólo hay una realidad; nosotros somos esa realidad. Los caminos tradicionales hacia esta comprensión no-dual comienzan con un proceso de purificación del cuerpo y de la mente para lo cual se prescriben prácticas y disciplinas espirituales. Esto se considera necesario antes de que se pueda impartir una completa comprensión de la enseñanza no-dual. Prácticas tales como meditación, oración, yoga, rituales devocionales a menudo conducen a estados mentales de más felicidad, pero estos estados de mayor felicidad van y vienen y no son la felicidad permanente que realmente estamos buscando. El dominio de las prácticas y la observancia de las disciplinas que forman una parte esencial de los diversos caminos tradicionales son una preparación para la meta del camino y no son la meta en sí. La meta es la realización de nuestra verdadera naturaleza y sus cualidades intrínsecas de paz, felicidad y amor. (Seguir leyendo)
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