Fragmento tomado de:
Ramana Maharshi: Sólido como una montaña
Aunque se han escrito libros relativamente largos acerca de las enseñanzas de Ramana, de hecho lo que enseñaba era supremamente simple. Enseñaba que nuestra verdadera naturaleza es el Ser trascendente, impersonal y universal, y que meramente sufrimos de un tipo de ignorancia o confusión mental que nos impide que veamos esto. Su método principal para descubrir esta verdadera naturaleza era a través de la auto-indagación, el incansable planteo de la pregunta esencial "¿Quién soy yo?" Esto es un koan Zen (y, de hecho, hay sorprendentes similitudes entre el maestro Zen Hakuin y Ramana, aunque su predisposición externa pareciera haber sido diferente ― Hakuin era agresivo y tenía una actitud de confrontación. Ramana era amable y en gran medida pasivo, aunque en ocasiones, desafiaba a los buscadores).
Obtener la auto-realización, o realización del Ser, a través de la auto-indagación necesita ser entendido. Como enseñaba Ramana, el pensamiento primordial "yo", debe ser penetrado completamente. Inicialmente, cuando miramos hacia dentro encontraremos este pensamiento-"yo" sin problemas. Es la sensación común de "yo soi-dad" de la que la mayoría de las personas son conscientes, aunque sólo sea vagamente. Sin embargo, la auto-indagación no trata de permanecer en esta yo soi-dad, porque esa es en realidad el yo convencional ―el ego― observándose a sí mismo. Necesitamos ir más allá, más allá de la sensación de yo soi-dad convencional y ver qué hay "detrás" de eso; o más precisamente, anterior a eso. Lo que hay anterior a eso es el "Yo verdadero" o el "Yo-Yo" como a veces lo llamaba.
Ramana enseñaba que la principal causa de nuestra ignorancia del verdadero Ser es nuestra identificación con el cuerpo físico, y con ser una entidad separada en general. El verdadero Ser no está identificado con el cuerpo y no está, en el sentido estricto, localizado en el tiempo o el espacio. Al ser atemporal, es por lo tanto no-nacido e inmortal. Ni tampoco puede ser conocido a través del pensamiento. Obviamente podemos pensar acerca del verdadero Ser, y hasta podemos imaginárnoslo, pero lo que estamos pensando o imaginando es sólo un pensamiento o una imaginación; no es el verdadero Ser. Esto es esencialmente idéntico en significado a la famosa línea del Tao Te Ching: "El Tao que puede ser expresado no es el Tao eterno; el nombre que puede ser nombrado no es el Nombre eterno".
Le podemos permitir a los traductores del Tao Te Ching cierta libertad, pero en el sentido estricto el Tao (el verdadero Ser) no es "eterno", ya que eso implica un estado dentro del tiempo, es más bien atemporal. Ramana enseñaba que esta "atemporalidad" no es un estado especial que existe fuera del "universo real" ni nada parecido. Es más bien que la atemporalidad es lo Real. Es sólo debido a nuestro estado de confusión y de engaño, creado en su mayor parte por nuestra identificación con el cuerpo, que lo concebimos como algo objetivamente real, cuando de hecho es una construcción mental, algo que esencialmente hemos "inventado".
Ramana también enseñaba que no es sólo el "tiempo" lo que hemos inventado. Hemos inventado todo, incluidos nuestros cuerpos ― el ordinario (físico o "despierto"), el sutil (energía elevada de alta frecuencia o "cuerpo de ensueño") y el causal (la frecuencia más alta, o "sueño profundo"). Despertar completamente al verdadero Ser es "disolver" nuestra identificación con estos tres cuerpos; es decir, ser liberado en lo sin forma.
El método de la auto-indagación no es un proceso de investigación intelectual. Más bien implica mantener la atención en el "yo" con gran determinación y consistencia. Sin embargo, Ramana síenseñaba un abordaje alternativo, el de la rendición a lo Divino (bhakti Yoga). Se podría decir que este enfoque es más apropiado para aquellos inclinados a lo emocional, o para aquellos que encuentran que el enfoque directo de la auto-indagación no es apropiado para ellos. Ramana enseñaba que los dos enfoques finalmente llevaban a lo mismo, la realización del verdadero Ser.
La enseñanza más elevada de Ramana era la transmisión silenciosa. La cuestión de que si un gurú puede o no "transmitir" sabiduría o realización ha sido largamente debatida, pero tal vez todo el asunto fue apropiadamente resumido cuando un joven U.G. krishnamurti (que no debe ser confundido con su más famoso tocayo J. Krishnamurti) visitó a Ramana en 1939 y le preguntó si él podía transmitir su sabiduría. "Puedo ―respondió Ramana―, pero, ¿puede usted recibirla?". Es la respuesta perfecta porque aunque la sabiduría no puede ser "enviada" a otra persona como un correo, puede ser irradiada por la presencia de una persona. Es entonces simplemente una cuestión de si el buscador puede o no puede permitir a su sabiduría innata responder a esa irradiación, a esa presencia que está personificada manifiestamente en un maestro profundamente despierto.
Quizás, un perfecto ejemplo del estilo de enseñanza de Ramana fue cuando un buscador preguntó: "¿Cómo controlar la mente?". A lo que Ramana respondió: "¿Qué es la mente? ¿De quién es la mente?". Cuando el buscador replicó con: "No puedo controlar la mente", Ramana respondió: "Divagar es la naturaleza de la mente. Tú no eres la mente… despreocúpate de la mente. Si se busca su fuente, se desvanecerá, dejando al Ser inafectado". El buscador intentó desde otro ángulo y pregunto: "¿Entonces uno no necesita intentar controlar la mente?" Ramana, con la precisión de un láser, respondió: "No hay mente que controlar si realizas el Ser".
También enseñaba que el mundo que normalmente percibimos surge sólo con la mente. Por ejemplo, todas las noches nos vamos a dormir. En el sueño profundo sin sueños, no hay (en nuestra experiencia) un cuerpo o un mundo. Es sólo cuando nos despertamos en la mañana y la mente retoma su actividad cuando el mundo que percibimos vuelve a la existencia para nosotros. Nuestra percepción de este mundo es una distracción tan grande que efectivamente nos bloquea de la conciencia del Ser. Penetrar la ilusión del falso ser ―el "yo" convencional (ego) que sustenta nuestra percepción del mundo― es despertar al Ser, y finalmente comprender que el mundo que experimentamos no está separado del Ser. Es decir, nada realmente existe excepto el Ser, o Consciencia pura.
Tal vez el lector atento note que estas enseñanzas suenan sospechosamente similares a algunos de los problemas abordados en el Capítulo 2 (Fundamentalismo Oriental), tales como la visión simplista (y fácilmente mal usada) que "sólo la Verdad (el Ser) es real", o dicho de otra manera, "ya estás iluminado". Pero la diferencia crucial con un maestro del calibre de Ramana es que él mismo ha alcanzado este estado realmente, y entonces lo que dice no es doctrina o dogma vacíos. Él mismo es una escritura viviente, y habla sólo desde su experiencia directa. De manera que estar con Ramana era experimentar darshan en el significado más verdadero de la palabra ―"estar en la luz del maestro"― lo que para el buscador, es lo mismo que una planta que se nutre con los rayos del sol. Ramana no estaba simplemente transmitiendo verdades doctrinales; él era la verdad doctrinal.
Lo mismo se aplicaba a las enseñanzas de Ramana con respecto al libre albedrío. Le preguntaron una vez si una persona tenía libre albedrío, él señaló que la pregunta sólo era relevante para alguien que todavía piensa que es una persona separada. Desde el punto de vista de la verdad absoluta, no hay persona separada, y por lo tanto, preguntas acerca de si la "persona" tiene o no tiene libre albedrío es abandonada automáticamente.
Toda esa idea, si la enseñase alguien que no se ha dado cuenta que la separada y discreta ego-identidad es en última instancia irreal, sería simplemente un dogma, y si es tomada por alguien que no ha realizado su naturaleza más elevada, puede ser fácilmente corrompida con excusas para no ser responsable, etc. ("El libre albedrío es una ilusión, así que ¿por qué molestarse en hacer algo?"). De nuevo, el asunto depende de quién esté enseñando. Ramana podía enseñar tales principios de la verdad última de manera efectiva porque él mismo era la respuesta viviente.
Ramana enseño incansablemente hasta finales de sus sesenta años, hasta que su salud comenzó a fallarle debido a un cáncer que apareció en uno de sus brazos. A pesar de varias operaciones, el cáncer continuó reapareciendo. Los doctores le aconsejaron que el brazo debía ser amputado, pero Ramana se negó. Falleció como había vivido ―con gran serenidad, y rodeado por cientos de discípulos profundamente devotos― el 14 de abril de 1950, a los setenta años.
Su legado perdura, y como con muchos grandes sabios se ha vuelto más penetrante con el tiempo. A principios de los noventa en particular, la vida y enseñanzas de Ramana, ya respetadas mundialmente por los buscadores sinceros, creció en fama, especialmente en Europa y Norteamérica. Esto fue en gran medida debido al trabajo de H.W.L. Poonja (1910-1997), un maestro Advaitín que vivía en Lucknow (al norte de la India), quien había pasado varios años con Ramana a finales de los cuarenta y experimentó un profundo despertar en la presencia del sabio. Poonja posteriormente vivió y enseño en la intimidad a un pequeño círculo de estudiantes hasta que el buscador Americano Andrew Cohen lo descubrió a mediados de los ochenta. Aunque Cohen después se alejó de Poonja, había promovido enérgicamente el nombre de Poonja en Occidente. Cientos de buscadores entonces visitaron a Poonja y posteriormente cientos más conocieron al gurú de Poonja, Ramana, a través del trabajo de toda una nueva generación de maestros de satsang occidentales avalados por Poonja y a un gran número de libros publicados acerca de Ramana, Poonja y el Advaita. Muchos pensadores líderes en el campo de la transformación humana consideran al Advaita como una gran luz potencial que guía hacia un futuro más despierto en general, en gran parte por la notable simplicidad del Advaita y la universalidad de sus principios ― y en no menor medida por el ejemplo impecable dado por su más grande exponente moderno, el sabio de Arunachala.
Dicho esto, sería un descuido no señalar que el mismo Ramana nunca declaró ser un gurú y nunca dijo ser parte de, ni mucho menos haber comenzado ningún "linaje". El hecho de que muchos maestros modernos de satsang (la mayoría estudiantes de Poonja) hayan dicho que Ramana era parte de su linaje debe ser visto como algo de ellos, y que no refleja nada que haya iniciado Ramana. A diferencia de Jesús, Ramana no salía a buscar discípulos para hacerlos "pescadores de hombres" ― él simplemente se sentaba y la gente eventualmente se reunía alrededor de él. Toda su vida y su trabajo permanecieron como un testamento absoluto de una exquisita soledad que sin embargo estaba abierta a otros ― muy parecido a su amada montaña.
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