martes, 28 de marzo de 2017



La canción "yo soy" de Nisargadatta

Editado por Jerry Katz
Nisargadatta Maharaj

Yo Soy Eso es un libro de conversaciones con Nisargadatta, un gurú de finales del siglo XX del linaje Nath. De la introducción del libro:
"Aunque el Maestro carece de instrucción, su conversación está iluminada a un grado extraordinario. Aunque nacido y criado en la pobreza, es el más rico de los ricos, pues tiene la riqueza ilimitada del conocimiento perenne, comparado con el cual los tesoros más fabulosos son meros oropeles. Es de corazón cálido y tierno, de un humor sagaz, absolutamente franco y absolutamente verdadero —inspira, guía y apoya a todo el que viene a él."
Por favor compre Yo Soy Eso, dondequiera que usted compre sus libros. Es indispensable.
Las citas que se refieren específicamente al "yo soy" se extrajeron y agruparon en cuatro partes, siendo las dos primeras de introducción y las dos últimos relacionadas con las formas del conocimiento "yo soy" y de la naturaleza del "yo soy". Una quinta parte fue añadida posteriormente; incluye porciones de texto que se habían omitido originalmente.

Primera parte

Profundice dentro de la sensación de "yo soy" y encontrará.
... enfoque su mente sobre "yo soy", lo cual es puro y simple ser.
Primero dé el primer paso. Todas las bendiciones vienen de entro. Vuélvase hacia adentro. "Yo soy", ya sabe. Esté con él todo el tiempo que tenga libre, hasta que vuelva a él espontáneamente. No hay camino más simple ni más fácil.
Antes de todos los comienzos, después de todos los finales —yo soy. Todo tiene su ser en mí, en el "yo soy", que resplandece en todo ser viviente.
En un nivel más profundo mi experiencia es su experiencia. Indague profundamente en sí mismo y la encontrará de manera fácil y sencilla. Vaya en la dirección del "yo soy".

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viernes, 24 de marzo de 2017

"La esencia de la propia identidad" ― por Swarupananda

Introducción al libro por Roberto Mallón Fedriani
La esencia de la propia identidad de Swarupananda
A continuación presentamos dos clásicos pertenecientes a la tradición Vedanta Advaita. El que da título a este volumen ―"La esencia de la propia identidad" (originalmente Swarupasaram)― es un texto expuesto en forma de diálogo entre maestro y discípulo en donde el primero describe el estado de un Ser que ha alcanzado en vida la Realización del Sí mismo (jivanmukta). Como es sabido, esta Realización, Liberación, o moksha, es el objetivo último del Vedanta Advaita; objetivo que en definitiva es la toma de consciencia ―no solo a nivel mental sino, podríamos decir, "existencial"― de la eterna identidad entre Brahman y Atman, entre el Absoluto trascendente y el Ser inmanente ― según reza la gran sentencia de los Upanishads: Tú eres Eso (Tat tvam asi).
Swarupasaram es una obra atribuida al maestro Tamil del siglo XVI conocido como Swarupananda. Según cuenta la tradición, su historia personal está unida a la de otro maestro contemporáneo y compañero suyo conocido como Tattvarayar. Se cuenta que siendo ambos muy versados en los textos sagrados hindúes (Shastras), pero viendo a la vez que después de tantos esfuerzos no avanzaban en el camino de la Realización espiritual, decidieron buscar un maestro Realizado que les guiara en su camino. Antes de emprenderlo acordaron que el primero que encontrara un maestro que le condujera a la Realización se convertiría en el maestro del otro. Tattvarayar partió hacia el norte, y Swarupananda hacia el sur. Fue Swarupananda quien tras un largo peregrinaje encontró a su maestro y con ello el objetivo perseguido de la Liberación o moksha. Por el contrario, Tattvarayar, después de muchas búsquedas, no tuvo éxito en ello, de modo que desalentado decidió regresar hacia el sur de India. Tras meses de viaje, Tattvarayar se topó sorpresivamente con Swarupananda.
Al comprobar que éste había conseguido Realizar esta "identidad esencial", se postró ante él como discípulo, tal y como habían acordado antes de su partida. Transcurrido un tiempo en compañía de su maestro Swarupananda, Tattvarayar persistía casi obsesivamente en su afán por cumplir con los preceptos rituales prescritos en los Vedas ― en contra de lo que su maestro Swarupananda le intentaba hacer ver: que el cumplimiento de los ritos, si bien tiene un carácter preparatorio en el camino, no es condición necesaria para alcanzar la Realización espiritual que perseguía, y que anclarse en ello constituía más bien un obstáculo hacia el objetivo final. Por este motivo, y tras un tiempo observando la pertinacia de su discípulo, Swarupananda concluyó que Tattvarayar no estaba preparado aún, ya que era incapaz de abandonar sus "tendencias ancestrales" (Vasanas) ― condición ésta necesaria para avanzar en el camino hacia la Liberación.
Al oír esto de boca de su maestro, Tattvarayar concluyó que no merecía la pena vivir más tiempo, y se dirigió al mar para arrojar su cuerpo a él y así abandonar este mundo. En su desesperado camino hacia el suicidio le siguieron entristecidos algunos de sus discípulos, y mientras avanzaba hacia su inmolación escucharon las verdades trascendentales que Tattvarayar iba profiriendo. Algunos discípulos, sorprendidos por tanta sabiduría, corrieron apresuradamente de vuelta a narrar lo sucedido a Swarupananda. El maestro, al oírles, ordenó inmediatamente que fueran en busca de Tattvarayar y le trajesen ante él. Cuando Tattvarayar se postró de nuevo ante su maestro, éste le dijo que esas palabras de sabiduría debían ser desarrolladas y puestas por escrito para beneficio del resto del mundo. Tattvarayar, siguiendo las indicaciones de su Maestro, abandonó a partir de ese momento sus atormentados propósitos y compuso diversos poemas vedánticos, entre los que cabe destacar su Mohavatai Bharani. Si bien Tattvarayar plasmó su conocimiento en muchos escritos, no ocurrió lo mismo con su maestro Swarupananda, ya que de éste solo se sabe que dejó una síntesis de ellos en este poema titulado Swarupasaram o "La esencia de la propia Identidad" que presentamos a continuación.
Aquellos que no estén familiarizados con la doctrina Vedanta Advaita puede que encuentren excesivamente directas las afirmaciones que el Maestro Swarupananda va haciendo a medida que el discípulo va formulando sus preguntas, pues como se ha dicho, la postura de aquel es la del Ser que habla "desde las cumbres de la realización espiritual" describiendo su estado de elevación y sin entrar en muchas explicaciones de tipo doctrinal ― o probablemente dándolas ya por conocidas por su interlocutor. Precisamente este aspecto de la obra puede entrañar cierto riesgo para aquellos lectores que, conociendo en escasa medida la metafísica Vedanta, y siendo presas de las hoy en día abundantes escuelas neo-Advaita, adoptan una actitud ―podría decirse― de "precipitado realizacionismo directo", desechan la necesidad del conocimiento teórico previo (cuya transmisión según la Tradición puede durar muchos años) así como la debida iniciación recibida de un Maestro cualificado. Es así como no resulta difícil que textos como estos puedan inducir a falsas identificaciones precipitadas con ese "estado suprerno" que se describe, cayendo con ello en ingenuas ilusiones de pseudo-realización espiritual. Con esto que decimos no queremos restarle ningún valor al texto que presentamos en cuanto a las posibilidades que posee para producir o inducir en el lector destellos de comprensión sobre la Verdad más profunda de todas.
Los "neo-advaitismos por vía del atajo" se han extendido mucho en los últimos tiempos tanto en occidente como en el propio oriente y suelen estar basados, bien en la suposición de que un conjunto de enseñanzas vedánticas muy parciales adquiridas en diálogos con supuestos maestros realizados son suficientes para que el discípulo alcance la "realización espiritual directa". En otros casos, esta misma "metodología" adopta una forma solapada fundamentándose en los principios de la doctrina ajata-vada expuesta por Gaudapada en sus comentarios o Karikas a la Mandukhya Upanishad (1). Esta doctrina afirma que en última instancia: (i) no hay nacimiento o muerte del mundo ya que nada existe excepto la Realidad Una, (ii) no hay aspirante a la Liberación ni Liberado, ya que en realidad no hay esclavitud ni Liberación, y (iii) solo existe la Unidad por siempre, y el "rnundo" (jagat) es una creación mental que nunca ha existido, existe, o existirá. Si bien estas afirmaciones son ortodoxas respecto a la doctrina tradicional Vedanta Advaita, dentro de las corrientes neo-Advaita con frecuencia se malinterpretan y pueden llevar a graves confusiones entre lo que es el punto de vista estrictamente metafísico (en el cual no hay nada que realizar ni nadie que realizarlo) y el iniciático (en el que está todo por realizar por parte de "alguien").
Merece la pena recordar aquí que dentro del Vedanta Advaita hay tres teorías acerca de la Creación que podemos resumir así: (1) Teoría de la Creación Gradual o Srishti-Drishti-Vada, según la cual la Creación es anterior a la percepción de la misma por parte de los seres individuales o Jivas. La Creación se produce en Maya (que es la Shakti o poder de ilusión del Absoluto Brahman) por medio del propio Brahman en su aspecto de Ishvara o Dios Creador. Posteriormente los Jivasperciben desde su ignorancia esta Creación ilusoria hasta el momento en que alcanzan la Liberación. (2) Teoría de Creación Simultánea o Drishti-Srishti-Vada, según la cual la Creación existe porque la vemos (y no al revés). Lo "visto" carece de una existencia independiente del "veedor", de modo que la totalidad de la Creación es creada, sostenida, y retorna al "veedor" ― si bien este "veedor" no es otro que Brahman, el cual desea ver algo, e inmediatamente se presenta la Creación. (3) Teoría de la Creación Sin Origen o No-creación o Ajata-Vada, según la cual el Absoluto Brahman al no estar sujeto al nacimiento ni a la destrucción, no es Creado; es no-nacido y eterno, de modo que el mundo empírico de las apariencias es por completo irreal.
Si bien Shankaracharya solía plantear la cuestión de la Creación o Manifestación desde el primero de estos puntos de vista, su maestro Gaudapada lo hacía desde ea segunda, y sobre todo, desde la tercera perspectiva. No obstante, en realidad esto no implica ningún tipo de enfrentamiento teórico entre escuelas al estilo de lo que podría entenderse hoy en día, ya que tanto un maestro como otro admitían los otros dos enfoques, si bien es cierto que consideraban el último ―Ajata Vada― como el más elevado de ellos. Según la Tradición, la adopción de una u otra perspectiva depende del punto de partida en cuanto a comprensión y desarrollo espiritual del discípulo al que se dirige la enseñanza. Y he aquí donde creemos que pueden presentarse los problemas con supuestos "gurús" Neo-Advaita que adoptan indiscriminadamente el Ajata Vadacomo método inicial de enseñanza. No se puede llegar al destino sin antes recorrer el camino ―por más ilusorio que éste pueda ser desde el punto de vista de la Realidad Absoluta― ni tampoco un método "excepcional dentro de lo excepcional" se debe generalizar para todos los aspirantes. Cada uno parte de un punto diferente.
Sobre este particular, Ramana Maharishi ―a quien con frecuencia se le pone como ejemplo del excepcional camino del Ajata Vada― al ser preguntado por cuál de las tres teorías sentía más afinidad contestó lo siguiente:
"Yo no enseño solamente la doctrina Ajata. Apruebo todas las escuelas. La misma verdad debe ser expresada de modos diferentes adaptados a la distinta capacidad del oyente. El Ajata Vada dice: 'Sólo existe una realidad. No hay nacimiento ni muerte, no hay comienzo ni fin, no hay aspirante a la liberación, ni liberado, ni esclavitud ni liberación alguna. Lo único que es siempre es el uno'. Algunos ven muy difícil comprender esta verdad y preguntan: '¿Cómo podemos ignorar este mundo sólido y consistente que vemos a nuestro alrededor?' A esos se les indica que se fijen en el sueño con ensueños y se les dice: 'Todo lo que ves depende del presenciador (el Testigo último o Sakshin). Con independencia del presenciador, no hay nada visto'. Esto es lo que se llama drishti-srishti Vada, teoría basada en que uno primero crea mentalmente el mundo y luego ve lo que su propia mente ha creado. Al que no puede comprender ni siquiera este concepto y arguye que 'el sueño es una experiencia corta mientras que el mundo de vigilia existe permanentemente, y que el sueño sólo es visto por mí, pero el mundo de la vigilia es sentido y visto por todos nosotros y no podemos calificarlo de inexistente', se le indica la doctrina Srishti Drishti y se le dice: 'En un principio, Dios creó todas las cosas; primero los elementos, y luego todo lo demás'. A este tipo de hombres sólo les convence una teoría de esta clase. Pero su mente no queda totalmente satisfecha y se preguntan: '¿Cómo podrían la geografía, los mapas, las ciencias, las estrellas y los planetas, las reglas de gobierno y todas las cosas conocidas ser totalmente inciertas?' A esos es mejor decirles: Dios hizo todo eso para que tú lo vieras. ... Todo depende de la capacidad del que las escucha. El Absoluto sólo puede ser Uno." (2)
Con el fin de proporcionar al lector una síntesis de la doctrina Vedanta antes de entrar en esa descripción directa que se hace en la obra de Swarupananda respecto del estado de Realización espiritual, hemos considerado pertinente precederla con una sección de otra importante obra dentro de la corriente Vedanta Advaita titulada Vedanta Paribhasa (Definición del Vedanta) escrita por el maestro del siglo XVII Dharmaraja Adhvarindra. Este texto completo constituye de por sí un verdadero tratado de epistemología, si bien sus dos últimos capítulos ―dedicados respectivamente a la "rnateria" sobre la que versa el Vedanta y al "propósito u objetivo" del mismo― creemos que constituyen un breve resumen que confiamos servirá para instilar, o bien recordar, los conceptos fundamentales del Vedanta Advaita en aquellos lectores que consideren pertinente abordarlo. Junto con la traducción se han incluido comentarios a pie de página que, si bien no pertenecen al texto original, hemos considerado oportunos de cara a la aclaración o desarrollo de algunos conceptos. Así mismo se ha introducido un gráfico no incluido en el texto original pero que creemos puede ser útil de cara a la comprensión de la idea de "Despliegue de la Manifestación" conforme a una de las teorías más importantes seguidas dentro del Vedanta Advaita: la llamada "Teoría del Reflejo". Aunque existen otras muchas obras importantes que pueden servir para iniciarse en el conocimiento del Vedanta (3), hemos optado en esta ocasión por ésta, ya que aparte de su relevancia, estaba inédita en lengua castellana hasta el momento.
Por último, señalar que el gran maestro Advaita del siglo XX, Sri Ramana Maharishi, recomendaba a sus discípulos, entre otras, la lectura de esta "Esencia de la propia identidad" (o "Identidad Suprema", como solía denominarla René Guénon (4) que se presenta aquí también por primera vez en castellano.
© Roberto Mallón Fedriani
De la Introducción al libro: La esencia de la propia identidad de Swarupananda
Notas:
  1. Roberto Pla Sales, Karika y comentarios a Mandukyopanishada, Málaga, 1987.
  2. Ramana Maharishi, Día Día con Bhagavan, Madrid, 1995, pág. 173
  3. Vid. René Guénon, El Hombre y su devenir según el Vedanta, Buenos Aires, 1990 / Sadananda Vedantasara, Madrid, 2009. Sri Vidyaranya, Panchadasi, Madrid, 2010
  4. René Guénon, El Hombre y su devenir según el Vedanta, Madrid, 2006, cap, III
Fuente: Roberto Mallón Fedriani. La esencia de la propia identidad (Sanz y Torres, 2014)
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LA VERDAD DE QUIÉN ERES

por Gangaji, extraído de la Introducción a El Diamante en tu Bolsillo
Gangaji
Esta enseñanza no tiene nada que ver con Oriente u Occidente. No establece distinciones entre hindúes, cristianos, judíos, musulmanes, budistas, paganos, hombres, mujeres, tú o yo. Es un reconocimiento de la omnipresencia del ser en la que todo aparece: tú, yo, el mar, la montaña y el cielo, toda dicha y todo horror. Este campo de pura presencia está vivo, es inteligente, y es capaz de reconocerse conscientemente en ti.
La verdad de quien eres es conciencia: no eres ni tu nombre, ni tu cuerpo, ni tus emociones ni tus pensamientos. Esto sólo son envolturas que vienen y van. Nacen, tienen una existencia en el tiempo y mueren. La conciencia no viene ni va. Está aquí ahora. No conoce ningún otro tiempo.

domingo, 19 de marzo de 2017

ETAPAS DE LA MEDITACIÓN



Una entrevista con Ken Wilber


En este ensayo, originalmente incluido en The Collected Works of Ken Wilber: Volume IV, Ken ofrece una descripción en profundidad de cada uno de los principales estadios-etapas de la práctica meditativa ― que van desde la absorción psíquica hasta la iluminación sutil, hasta la trascendencia causal, y hasta el último abrazo no-dual de la Forma y la Vacuidad.


Green Medicine Buddha
Green Medicine Buddha por Imago Dei

P: Nos gustaría que describieras las experiencias de varias etapas de la meditación. Pero primero, háblanos de la meditación en sí misma ― los diferentes tipos y cómo funcionan.
R: Es común entre los eruditos dividir la meditación en dos grandes categorías: la meditación de "concentración" y la meditación de la "conciencia" (o "percepción clara"). O "cerrada" y "abierta". Por ejemplo, digamos que tú estás mirando una pared que tiene cientos de puntos pintados en ella. En la meditación de concentración, miras sólo un punto, y lo miras con tanta intensidad que ni siquiera ves los otros puntos. Esto desarrolla tus poderes de concentración. En la meditación de la conciencia, o meditación de la percepción clara, tratas de ser consciente de tantos puntos como puedas. Esto aumenta tu sensibilidad, conciencia y sabiduría, en ese sentido.
En la meditación de concentración, pones tu atención en un objeto ― una roca, la llama de una vela, tu respiración, un mantra, la oración del corazón, etc. Al concentrarte intensamente en un solo objeto, tú como sujeto gradualmente te "identificas" con ese objeto. Comienzas a socavar el dualismo sujeto/objeto, que es la base de todo sufrimiento e ilusión. Poco a poco, los dominios superiores y más altos de la existencia, que conducen a la dimensión final o no-dual, se hacen obvios para ti. Trasciendes tu yo ordinario o ego, y encuentras las dimensiones más altas y sutiles de la existencia ― la espiritual y la trascendental.
Sin embargo, de esta manera alcanzas las dimensiones superiores por la "fuerza bruta", por así decirlo. Y aunque se dice que la meditación de concentración es muy importante, por sí misma no elimina nuestras tendencias de crear el dualismo en primer lugar. De hecho, simplemente las ignora, trata de evitarlas. Se centra en un punto e ignora todos los demás. La meditación de concentración puede definitivamente mostrarnos algunos de los reinos más elevados, pero no puede instalarnos permanentemente en esos reinos superiores. Para ello, tienes que mirar todos los puntos. Tienes que investigar toda la experiencia, con desapego, sin prejuicios, con ecuanimidad y conciencia clara.
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lunes, 13 de marzo de 2017

LA CONCIENCIA PRESENTE





Capítulo 6 ― Las apariencias (los estados)

por Scott Kiloby
Scott Kiloby
Uno de los grandes mitos es que el despertar espiritual consiste en alcanzar, mantener o recrear un estado en particular, ya sea un estado de paz, de dicha, de no conceptualización, de silencio, o algún otro estado. Si se continúa viendo el despertar espiritual de esta manera la búsqueda se perpetúa porque la mente intenta buscar los estados cómodos y evitar los incómodos.
Living Realization es el reconocimiento de que tu identidad primaria es la conciencia presente. La conciencia es la apertura permanente, inmutable e inamovible a través de la cual todos y cada uno de los estados temporales van y vienen. La clave aquí es que cada estado es temporal, no importa lo espiritual o no espiritual que el estado parezca ser.
Los Estados son apariencias. Cuando sufrimos buscamos ciertos estados con los que nos identificamos y evitamos, rechazamos, o escapamos de otros. Esto resulta en un ciclo temporal de búsqueda dualista. En este ciclo, nuestra felicidad parece tan difícil de alcanzar. Siempre queremos sentirnos diferentes, mejores, más libres, o más en paz. No vemos que la misma búsqueda de estados futuros hace que el momento presente se sienta como si faltara.
Living Realization define la búsqueda espiritual de una forma tan simple como el querer que suceda algo distinto de lo que está sucediendo ahora. Prácticamente todo el mundo se encuentra en una búsqueda espiritual, sea consciente o no de ella. Una definición del yo simulado es "el movimiento constante hacia el futuro en busca de un sentido de realización o de estar completo". Independientemente de que hayamos estado buscando el despertar espiritual durante años o hayamos estado comprometidos en la búsqueda de la felicidad en asuntos materiales como la carrera, la atención, la fama, las relaciones, la comida, el sexo, las drogas, o cualquier otra cosa, este hecho básico se mantiene: buscar cualquier estado que no sea el que está apareciendo ahora es continuar en la historia del yo simulado, limitado y basado en el pensamiento.
Como dijimos anteriormente, hay muchos tipos diferentes de estados temporales incluyendo pero no limitados a los siguientes: vigilia, sueño, sueño profundo, estado alterado o inducido por drogas, presenciación, vacuidad, plenitud, conflicto, confusión, duda, tranquilidad, agitación, entusiasmo, incertidumbre, certeza, relajación, nerviosismo, paz, alegría, frustración, libertad, servidumbre, depresión, exceso de pensamiento, no conceptualización, enfermedad, aburrimiento y cualquier otro modo o condición de ser temporal.
Al igual que con todas las apariencias, no hay nada que manipular, rechazar, mantener, buscar, recrear o hacer con respecto a cualquier estado que aparece. Los estados son apariencias temporales de la conciencia. No están separados de la conciencia. El decir que no están separados sólo significa que es imposible experimentar un estado sin la conciencia.
Living Realization no trata meramente de presenciar los estados de una manera desapegada. Para que haya desapego, tiene que haber una persona que esté separada del estado y que se sienta desapegada del estado. Al reconocer la conciencia como tu verdadera identidad, la división entre el espacio y lo que está sucediendo en el espacio se ve que es inexistente. No hay un tú separado que provoque el estado. Simplemente aparece. Tampoco hay un tú separado que pueda controlar o provocar el final del estado. Simplemente desaparece. En este ver, todos los estados son permitidos por nadie. (Seguir leyendo).

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jueves, 9 de marzo de 2017

LO QUE ENSEÑABA RAMANA MAHARSHI

Fragmento tomado de: 

Ramana Maharshi: Sólido como una montaña



por Philip T. Mistlberger
Aunque se han escrito libros relativamente largos acerca de las enseñanzas de Ramana, de hecho lo que enseñaba era supremamente simple. Enseñaba que nuestra verdadera naturaleza es el Ser trascendente, impersonal y universal, y que meramente sufrimos de un tipo de ignorancia o confusión mental que nos impide que veamos esto. Su método principal para descubrir esta verdadera naturaleza era a través de la auto-indagación, el incansable planteo de la pregunta esencial "¿Quién soy yo?" Esto es un koan Zen (y, de hecho, hay sorprendentes similitudes entre el maestro Zen Hakuin y Ramana, aunque su predisposición externa pareciera haber sido diferente ― Hakuin era agresivo y tenía una actitud de confrontación. Ramana era amable y en gran medida pasivo, aunque en ocasiones, desafiaba a los buscadores).
Obtener la auto-realización, o realización del Ser, a través de la auto-indagación necesita ser entendido. Como enseñaba Ramana, el pensamiento primordial "yo", debe ser penetrado completamente. Inicialmente, cuando miramos hacia dentro encontraremos este pensamiento-"yo" sin problemas. Es la sensación común de "yo soi-dad" de la que la mayoría de las personas son conscientes, aunque sólo sea vagamente. Sin embargo, la auto-indagación no trata de permanecer en esta yo soi-dad, porque esa es en realidad el yo convencional ―el ego― observándose a sí mismo. Necesitamos ir más allá, más allá de la sensación de yo soi-dad convencional y ver qué hay "detrás" de eso; o más precisamente, anterior a eso. Lo que hay anterior a eso es el "Yo verdadero" o el "Yo-Yo" como a veces lo llamaba.
Ramana enseñaba que la principal causa de nuestra ignorancia del verdadero Ser es nuestra identificación con el cuerpo físico, y con ser una entidad separada en general. El verdadero Ser no está identificado con el cuerpo y no está, en el sentido estricto, localizado en el tiempo o el espacio. Al ser atemporal, es por lo tanto no-nacido e inmortal. Ni tampoco puede ser conocido a través del pensamiento. Obviamente podemos pensar acerca del verdadero Ser, y hasta podemos imaginárnoslo, pero lo que estamos pensando o imaginando es sólo un pensamiento o una imaginación; no es el verdadero Ser. Esto es esencialmente idéntico en significado a la famosa línea del Tao Te Ching: "El Tao que puede ser expresado no es el Tao eterno; el nombre que puede ser nombrado no es el Nombre eterno".
Le podemos permitir a los traductores del Tao Te Ching cierta libertad, pero en el sentido estricto el Tao (el verdadero Ser) no es "eterno", ya que eso implica un estado dentro del tiempo, es más bien atemporal. Ramana enseñaba que esta "atemporalidad" no es un estado especial que existe fuera del "universo real" ni nada parecido. Es más bien que la atemporalidad es lo Real. Es sólo debido a nuestro estado de confusión y de engaño, creado en su mayor parte por nuestra identificación con el cuerpo, que lo concebimos como algo objetivamente real, cuando de hecho es una construcción mental, algo que esencialmente hemos "inventado".
Ramana también enseñaba que no es sólo el "tiempo" lo que hemos inventado. Hemos inventado todo, incluidos nuestros cuerpos ― el ordinario (físico o "despierto"), el sutil (energía elevada de alta frecuencia o "cuerpo de ensueño") y el causal (la frecuencia más alta, o "sueño profundo"). Despertar completamente al verdadero Ser es "disolver" nuestra identificación con estos tres cuerpos; es decir, ser liberado en lo sin forma.
Who Am I
El método de la auto-indagación no es un proceso de investigación intelectual. Más bien implica mantener la atención en el "yo" con gran determinación y consistencia. Sin embargo, Ramana enseñaba un abordaje alternativo, el de la rendición a lo Divino (bhakti Yoga). Se podría decir que este enfoque es más apropiado para aquellos inclinados a lo emocional, o para aquellos que encuentran que el enfoque directo de la auto-indagación no es apropiado para ellos. Ramana enseñaba que los dos enfoques finalmente llevaban a lo mismo, la realización del verdadero Ser.
La enseñanza más elevada de Ramana era la transmisión silenciosa. La cuestión de que si un gurú puede o no "transmitir" sabiduría o realización ha sido largamente debatida, pero tal vez todo el asunto fue apropiadamente resumido cuando un joven U.G. krishnamurti (que no debe ser confundido con su más famoso tocayo J. Krishnamurti) visitó a Ramana en 1939 y le preguntó si él podía transmitir su sabiduría. "Puedo ―respondió Ramana―, pero, ¿puede usted recibirla?". Es la respuesta perfecta porque aunque la sabiduría no puede ser "enviada" a otra persona como un correo, puede ser irradiada por la presencia de una persona. Es entonces simplemente una cuestión de si el buscador puede o no puede permitir a su sabiduría innata responder a esa irradiación, a esa presencia que está personificada manifiestamente en un maestro profundamente despierto.
Quizás, un perfecto ejemplo del estilo de enseñanza de Ramana fue cuando un buscador preguntó: "¿Cómo controlar la mente?". A lo que Ramana respondió: "¿Qué es la mente? ¿De quién es la mente?". Cuando el buscador replicó con: "No puedo controlar la mente", Ramana respondió: "Divagar es la naturaleza de la mente. Tú no eres la mente… despreocúpate de la mente. Si se busca su fuente, se desvanecerá, dejando al Ser inafectado". El buscador intentó desde otro ángulo y pregunto: "¿Entonces uno no necesita intentar controlar la mente?" Ramana, con la precisión de un láser, respondió: "No hay mente que controlar si realizas el Ser".
También enseñaba que el mundo que normalmente percibimos surge sólo con la mente. Por ejemplo, todas las noches nos vamos a dormir. En el sueño profundo sin sueños, no hay (en nuestra experiencia) un cuerpo o un mundo. Es sólo cuando nos despertamos en la mañana y la mente retoma su actividad cuando el mundo que percibimos vuelve a la existencia para nosotros. Nuestra percepción de este mundo es una distracción tan grande que efectivamente nos bloquea de la conciencia del Ser. Penetrar la ilusión del falso ser ―el "yo" convencional (ego) que sustenta nuestra percepción del mundo― es despertar al Ser, y finalmente comprender que el mundo que experimentamos no está separado del Ser. Es decir, nada realmente existe excepto el Ser, o Consciencia pura.
Tal vez el lector atento note que estas enseñanzas suenan sospechosamente similares a algunos de los problemas abordados en el Capítulo 2 (Fundamentalismo Oriental), tales como la visión simplista (y fácilmente mal usada) que "sólo la Verdad (el Ser) es real", o dicho de otra manera, "ya estás iluminado". Pero la diferencia crucial con un maestro del calibre de Ramana es que él mismo ha alcanzado este estado realmente, y entonces lo que dice no es doctrina o dogma vacíos. Él mismo es una escritura viviente, y habla sólo desde su experiencia directa. De manera que estar con Ramana era experimentar darshan en el significado más verdadero de la palabra ―"estar en la luz del maestro"― lo que para el buscador, es lo mismo que una planta que se nutre con los rayos del sol. Ramana no estaba simplemente transmitiendo verdades doctrinales; él era la verdad doctrinal.
Lo mismo se aplicaba a las enseñanzas de Ramana con respecto al libre albedrío. Le preguntaron una vez si una persona tenía libre albedrío, él señaló que la pregunta sólo era relevante para alguien que todavía piensa que es una persona separada. Desde el punto de vista de la verdad absoluta, no hay persona separada, y por lo tanto, preguntas acerca de si la "persona" tiene o no tiene libre albedrío es abandonada automáticamente.
Toda esa idea, si la enseñase alguien que no se ha dado cuenta que la separada y discreta ego-identidad es en última instancia irreal, sería simplemente un dogma, y si es tomada por alguien que no ha realizado su naturaleza más elevada, puede ser fácilmente corrompida con excusas para no ser responsable, etc. ("El libre albedrío es una ilusión, así que ¿por qué molestarse en hacer algo?"). De nuevo, el asunto depende de quién esté enseñando. Ramana podía enseñar tales principios de la verdad última de manera efectiva porque él mismo era la respuesta viviente.
Ramana enseño incansablemente hasta finales de sus sesenta años, hasta que su salud comenzó a fallarle debido a un cáncer que apareció en uno de sus brazos. A pesar de varias operaciones, el cáncer continuó reapareciendo. Los doctores le aconsejaron que el brazo debía ser amputado, pero Ramana se negó. Falleció como había vivido ―con gran serenidad, y rodeado por cientos de discípulos profundamente devotos― el 14 de abril de 1950, a los setenta años.


HWL Poonja
H.W.L. Poonja (Papaji)

Su legado perdura, y como con muchos grandes sabios se ha vuelto más penetrante con el tiempo. A principios de los noventa en particular, la vida y enseñanzas de Ramana, ya respetadas mundialmente por los buscadores sinceros, creció en fama, especialmente en Europa y Norteamérica. Esto fue en gran medida debido al trabajo de H.W.L. Poonja (1910-1997), un maestro Advaitín que vivía en Lucknow (al norte de la India), quien había pasado varios años con Ramana a finales de los cuarenta y experimentó un profundo despertar en la presencia del sabio. Poonja posteriormente vivió y enseño en la intimidad a un pequeño círculo de estudiantes hasta que el buscador Americano Andrew Cohen lo descubrió a mediados de los ochenta. Aunque Cohen después se alejó de Poonja, había promovido enérgicamente el nombre de Poonja en Occidente. Cientos de buscadores entonces visitaron a Poonja y posteriormente cientos más conocieron al gurú de Poonja, Ramana, a través del trabajo de toda una nueva generación de maestros de satsang occidentales avalados por Poonja y a un gran número de libros publicados acerca de Ramana, Poonja y el Advaita. Muchos pensadores líderes en el campo de la transformación humana consideran al Advaita como una gran luz potencial que guía hacia un futuro más despierto en general, en gran parte por la notable simplicidad del Advaita y la universalidad de sus principios ― y en no menor medida por el ejemplo impecable dado por su más grande exponente moderno, el sabio de Arunachala.
Dicho esto, sería un descuido no señalar que el mismo Ramana nunca declaró ser un gurú y nunca dijo ser parte de, ni mucho menos haber comenzado ningún "linaje". El hecho de que muchos maestros modernos de satsang (la mayoría estudiantes de Poonja) hayan dicho que Ramana era parte de su linaje debe ser visto como algo de ellos, y que no refleja nada que haya iniciado Ramana. A diferencia de Jesús, Ramana no salía a buscar discípulos para hacerlos "pescadores de hombres" ― él simplemente se sentaba y la gente eventualmente se reunía alrededor de él. Toda su vida y su trabajo permanecieron como un testamento absoluto de una exquisita soledad que sin embargo estaba abierta a otros ― muy parecido a su amada montaña.


El Yo real






por Ken Wilber
Ken Wilber
Su estado de conciencia en este instante, tanto si se da cuenta de ello como si no, es conciencia de unidad. Ahora mismo ya es el cosmos, ya es la totalidad de su experiencia presente. Su estado actual es siempre conciencia de unidad, porque el "yo" separado, el "uno" aparte, que siempre parece ser el principal obstáculo que se le opone, es siempre una ilusión. No necesita destruirlo porque, para empezar, no está ahí: no existe. Lo único que realmente tiene que hacer es buscarlo, y no lo encontrará. Y esa misma imposibilidad de encontrarlo es ya un reconocimiento de la conciencia de unidad. En otras palabras, cada vez que se busque "a sí mismo" y no se encuentre, recae momentáneamente en su estado anterior y real de conciencia de unidad.
Por más extraño que, en un principio, pueda parecer todo esto, la intuición de que no hay un yo separado ha sido evidente para los místicos y sabios de todos los tiempos, y constituye uno de los puntos centrales de la filosofía perenne. Como ejemplo de esta intuición podrían darse numerosas citas, pero basta con el célebre resumen de las enseñanzas de Buda, que lo dice todo:
Sólo existe el sufrimiento, no hay quien sufra;
Hechos hay, pero nadie que los haga;
Y hay Nirvana, pero nadie que lo busque;
El Camino existe, pero nadie lo recorre.
Cuando nos damos cuenta de que no hay parte, caemos dentro del Todo. Cuando comprendemos que no hay un "yo" separado (y que eso sucede en este mismo momento), comprendemos que nuestra verdadera identidad es siempre la Identidad Suprema. A la luz omnipresente de la percepción de lo que no tiene fronteras, lo que una vez imaginamos como el yo aislado aquí dentro resulta ser una y la misma cosa que el cosmos de ahí fuera. Y si algo hay que sea tu verdadero ser, es precisamente eso. Allí donde mires, lo que ves por todas partes es tu rostro original. [...]
Tat Tvam asi, dicen los hindúes. "Tú eres Eso. Tu verdadero Ser es idéntico a la Energía fundamental de la cual son manifestación todas las cosas en el universo".
A este ser verdadero, las diversas tradiciones místicas y metafísicas que se han sucedido en la historia de la humanidad le han dado decenas de nombres diferentes. Se le ha llamado el Hijo de Dios, Al-insanAl-kamilAdam-kadmonRuarch AdonaiNousPneumaPurushaTathagatagarbha, el Hombre Universal, el Huésped, el Brahman-Atman, entre otros nombres. Y visto desde un ángulo ligeramente diferente, en realidad, es sinónimo de Dharmadhatu, el Vacío, el Ser Tal y la Divinidad. Todas estas palabras no son más que símbolos del mundo real de lo que no tiene fronteras.
Ahora bien, es frecuente referirse al ser verdadero valiéndose de algún tipo de apelativo que da a entender que es el núcleo "más íntimo" del hombre es, sobre todo, subjetivo, íntimo y personal, no-objetivo e interior. De manera unánime, los místicos nos dicen que "el Reino de los Cielos está dentro de nosotros", que en la profundidad de nuestra alma hemos de escudriñar hasta descubrir, oculto en nuestro ser más recóndito, el Verdadero Ser de toda existencia. Como solía decir swarni Prabliavanarida: "¿Quién, qué crees que eres absoluta, básica, fundamentalmente dentro de ti?".
Con frecuencia, se encontrarán referencias al ser verdadero que lo consideran el "Testigo interior", el "Veedor y Conocedor absoluto", la propia "Naturaleza íntima", la "Subjetividad absoluta" y cosas semejantes. Así, Shankara, el maestro del hinduismo Vedanta, expresó: "Hay una Realidad existente por sí misma, que es la base de nuestra conciencia del ego. Esa Realidad es el Testigo de los tres estados de conciencia [vigilia, sueño y sueño profundo] y es distinto de las cinco envolturas corporales. Esa Realidad es el Conocedor en todos los estados de conciencia. Se da cuenta de la presencia o ausencia de la mente. Ése es Atman, el Ser Supremo, el antiguo". O veamos esta cita del maestro Zen Shibyama:
[La Realidad] es "Subjetividad Absoluta", que trasciende tanto la subjetividad como la objetividad y libremente las crea y se vale de ellas. Es "Subjetividad Fundamental", que jamás puede ser objetivada o conceptualizada y es completa en sí misma, con la plena significación de la existencia en sí misma. Llamarla por tales nombres es ya un error, un paso hacia la objetivación y la conceptualización. Por eso, señaló el maestro Eisai que "es por siempre innombrable".
La Subjetividad Absoluta, que jamás puede ser conceptualizada ni objetivada, está libre de las limitaciones del espacio y del tiempo; no está sometida a la vida y a la muerte; trasciende el sujeto y el objeto y, por más que viva en un individuo, no está restringida a lo individual. (Seguir leyendo)




martes, 7 de marzo de 2017

Un paseo bajo la lluvia



"Entonces fue cuando lo que, durante toda mi vida, me había parecido lo más normal y corriente se convirtió súbitamente en algo tan extraordinario que me pregunté si las cosas no habrían sido siempre tan vivas, claras e intensas. Quizás había sido mi búsqueda vital de lo espectacular y de lo extraordinario la que me había llevado a desconectarme de lo absolutamente ordinario y a perder también el contacto, en el mismo movimiento, de lo absolutamente extraordinario".
por Jeff Foster
(El texto a continuación es un extracto editado del libro de Jeff Foster "Más allá del despertar - el final de la búsqueda espiritual".)

"En la separación exsitente entre sujeto y objeto
se asienta toda la miseria de la humanidad."
— J. Krishnamurti
Jeff Foster
Todo comenzó (y debo decir que no es mucho lo que ahora puedo recordar) una fría y lluviosa tarde de otoño en Oxford mientras paseaba. El cielo estaba oscureciendo y yo me arropaba en mi nuevo abrigo cuando, súbitamente y sin advertencia previa, la búsqueda de algo más se esfumó y, con ella, toda separación y toda soledad.
Y con la muerte de la separación, yo era todo lo que había. Yo era el cielo oscuro, el hombre de mediana edad que paseaba con su perro perdiguero y la anciana menuda que caminaba torpemente con sus botas de agua. Yo era los patos, los cisnes, los gansos y el pájaro de aspecto divertido con cresta roja en la frente. Yo era el encanto otoñal de los árboles y el barro que se me pegaba a los zapatos; yo era todo mi cuerpo, los brazos, las piernas, el torso, el rostro, las manos, los pies, el cuello, el pelo y los genitales. Yo era las gotas de lluvia que caían sobre mi cabeza (aunque, hablando con propiedad, no se trataba exactamente de "mi" cabeza, pero como desde luego estaba ahí, considerarla "mi cabeza" era tan adecuado como cualquier otra cosa). Yo era el chapoteo del agua en el suelo, el agua que se acumulaba en los charcos y llenaba el estanque hasta el punto de desbordarlo. Era los árboles empapados de agua, el abrigo empapado de agua, el agua que todo lo empapaba. Yo era todo empapado de agua y hasta el agua empapada de sí misma.
Entonces fue cuando lo que, durante toda mi vida, me había parecido lo más normal y corriente se convirtió súbitamente en algo tan extraordinario que me pregunté si las cosas no habrían sido siempre tan vivas, claras e intensas. Quizás había sido mi búsqueda vital de lo espectacular y de lo extraordinario la que me había llevado a desconectarme de lo absolutamente ordinario y a perder también el contacto, en el mismo movimiento, de lo absolutamente extraordinario.
Y lo absolutamente extraordinario de ese día era que todo estaba empapado de agua y yo no estaba separado de nada; es decir, yo no estaba. Como dijo un viejo maestro zen al escuchar el sonido de la campana, No hay yo ni campana, lo único que existe es el tañido, ese día no había "yo" alguno experimentando esa claridad, sólo había claridad, sólo el despliegue instante tras instante de lo absolutamente obvio.
Tampoco había, en ese momento, forma alguna de saber todo eso, porque no había pensamiento que nombrase nada como "experiencia". Lo único que había era lo que estaba ocurriendo, sin forma alguna de conocerlo. Las palabras llegaron luego.
Y también había la sensación omnipresente de que todo estaba bien, de que todo estaba impregnado de una sensación de paz y de ecuanimidad, como si todo fuesen versiones diferentes de esa paz, aparte de la cual nada existía. Yo era la paz, y también lo eran el pato que sobrevolaba la escena y la anciana renqueante; la paz lo saturaba todo, todo estaba lleno de esa paz, de esa gracia y de esa presencia incondicional y libre, de ese amor desbordante que parecía ser la esencia del mundo, la razón misma del mundo, el alfa y el omega de todo. A esa paz parecían apuntar las palabras "Dios", "Tao" y "Buda". Esa era la experiencia a la que, en última instancia, parecen apuntar todas las religiones. Ésa parecía la esencia misma de la fe, la muerte del yo, la muerte del "pequeño yo", con sus mezquinos deseos, quejas y planes, la muerte de todo lo que aleja al individuo de Dios, la muerte incluso de la misma idea de Dios (no en vano los budistas dicen: ¡Si ves al Buda, mátale!) y la zambullida en la Nada que se revela como Dios más allá de Dios, la Nada que constituye la esencia de todas las cosas, la Nada que da origen a todas las formas, la Nada que es el mundo con todo su sufrimiento y maravilla, la Nada que es la Plenitud total.
Pero esa supuesta "experiencia religiosa" no es ningún tipo de experiencia, porque en ella el "yo" que experimenta ha desaparecido. No, eso es algo previo y que se encuentra más allá de toda experiencia. Es el fundamento de toda experiencia, el sustrato mismo de la existencia que nadie podría experimentar por más que el mundo durase mil millones de años más.
* * *
Pero aunque ese día no había nadie, todo estaba en su sitio. Más allá de la experiencia —o, mejor dicho, más allá de la falta de experiencia—, estaban los patos agitando sus pequeñas alas, las gotas de lluvia chorreando por mi cuello, los charcos bajo mis zapatos ahora llenos de barro, el cielo plomizo y otros cuerpos, como el mío, chapoteando en los charcos, unos paseando con sus perros, otro solos, otros abrazados a sus seres queridos y otros apurándose para escapar del aguacero.
Y todo estaba envuelto de una gran compasión. Pero no se trataba de una compasión sentimental ni de una compasión narcisista, sino de una compasión intrínseca al hecho mismo de estar vivo, una compasión que parecía la esencia misma de la vida, una compasión que parecía latir en toda cosa viva, una compasión que evidenciaba que nadie está separado de los demás, que no existe nada separado, que tu sufrimiento es idéntico al mío y que tu alegría es la mía. Pero no porque se trate de un principio que hayamos leído en la Biblia, que nos haya transmitido una persona a la que tenemos en muy alta estima o porque se trate de ideales a los que queremos atenemos, sino porque ésa parece ser la esencia misma de las cosas, la naturaleza de toda manifestación, puesto que todos somos expresión de algo infinitamente superior que nos trasciende.
Pero por más que la palabra "nosotros" parezca transmitir la idea de separación, esa compasión está más allá de las palabras y más allá del lenguaje. Esa compasión, de hecho, trasciende toda idea de "compasión", porque se origina en el hecho de que no existe ningún tipo de separación, de que la separación es una Ilusión y de que, en realidad, nosotros somos los demás, que yo soy tú, que tú eres yo, que no podemos existir sin los demás, que yo no puedo ser sin ti y que, sin mí, tú tampoco puedes ser. Y ésta no es una expresión de sentimentalismo insípido, sino algo muy real: nos necesitamos, estamos inextricablemente unidos y no podemos vivir sin los demás y sin todas las cosas que nos rodean. Yo no podría vivir sin ese árbol que ahora me protege de la lluvia, sin las gotas de lluvia que empapan mi espalda, sin la anciana que camina fatigosamente delante de mí (y que con tanto cuidado evita los charcos); no podría vivir sin el estanque, los patos, los cisnes, mi abrigo nuevo protegiéndome del frío y el hombre que pasea a su perro y que, al cruzarse conmigo, me saluda con una sonrisa.
Todos estamos unidos y todas las cosas están unidas a todas las demás, lo que quiere decir que, en realidad, no existe ninguna "cosa" separada. Lo único que existe es la Unidad y la totalidad, sólo el Buda, sólo Cristo, sólo el Tao, sólo Dios. Nada existe separado.
Decir que ese día no había "yo" es lo mismo que decir que sólo había Dios, que sólo había Cristo, que sólo había Tao, que sólo había Buda, que sólo había Unidad, que sólo había Espíritu y que Jeff había desparecido y se había fundido con todo eso. No había Jeff alguno separado de todo lo que aparecía. Jeff no era más que una historia contada por un narrador, una historia tejida por un narrador muy imaginativo. Jeff estaba simultáneamente ausente de la escena e inmerso por completo en ella; Jeff no era nada y, al mismo tiempo, lo era todo, estaba presente en su ausencia y ausente en su presencia; había muerto, pero era, simultáneamente, la eclosión misma de la vida.
Y sí, también había lágrimas. ¿Existe acaso, ante tal descubrimiento, respuesta más adecuada que el llanto? Pero también hay que decir que se trataba de un descubrimiento muy curioso y que, en realidad, tenía muy poco de descubrimiento porque, puesto que nunca había perdido nada, tampoco había encontrado nada. Esa claridad siempre había estado ahí, pero me había pasado la vida mirando hacia otro lado e ignorando la evidencia. Dios siempre había estado ahí, en el momento presente, en medio de todas las cosas, pero había desperdiciado la vida buscándole en el futuro. La mente de Buda siempre había sido mi propia mente, pero me había pasado años esforzándome en alcanzarla. Cristo había sido crucificado y había resucitado y caminaba entre nosotros, llenando nuestra vida de amor incondicional, pero me había pasado la vida creyendo que estaba en otra parte, en otro mundo (o en este mundo, pero no en mi vida).
No, nada había que encontrar, porque no había perdido nada. Quizás fue la comprensión de lo absolutamente obvio lo que ese día me sorprendió, la comprensión de que no había nada que comprender, la comprensión de que todo lo que siempre había querido se hallaba, siempre había estado y siempre estaría, frente a mí. Entonces me di cuenta de que siempre y en todo momento podemos acceder a la paz, el amor y la alegría y de que el amor, el amor puro e incondicional, el amor de Jesús, el amor del Buda y el amor que trasciende toda comprensión constituye el fundamento de todas las cosas y la razón misma por la que todo ya está aquí, En realidad, siempre ha estado aquí, aguardando pacientemente el momento de mi regreso a casa.
Y ahí, bajo la lluvia, supe finalmente que estaba en casa y, lo que es más importante, que siempre lo había estado y que siempre lo estaría, y que aun en medio de las lágrimas, del sufrimiento, de la oscuridad y de la desesperación, en todos esos momentos y en muchos otros, el Hogar de los Hogares siempre había estado ahí. La posibilidad de acceder al Reino de los Cielos y la gracia de Dios siempre y en todo momento han estado presentes, en las duras y en las maduras, en la salud y en la enfermedad, por los siglos de los siglos...
* * *
Fue un paseo otoñal y húmedo en un día muy normal y corriente. Pero en esa misma normalidad se reveló lo extraordinario, resplandeciendo tan intensamente en la humedad, la oscuridad y el barro del suelo que el yo se disolvió, desapareció y se convirtió en Ello.
Y aunque esta descripción suene como si hubiera ocurrido algo muy especial, ese día, bajo la lluvia, no pasó absolutamente nada. Sólo fue un paseo normal y corriente un día de lo más normal y de lo más corriente.
Atravesé la gran puerta de hierro, crucé la calzada y me uní a otras personas para esperar, bajo la marquesina de la parada, la llegada del autobús.
Nada había cambiado, pero todo era diferente. Había atisbado algo, algo muy profundo y extraordinario que, a pesar de ello, era completamente normal y corriente. No había nada sorprendente en el hecho de que lo más ordinario se revelase como el significado único de la vida y de que quien hasta entonces había creído ser se revelase como un mero relato.
No había nada sorprendente en el hecho de que lo divino se revelase en lo absolutamente obvio y de que Dios fuese uno con el mundo y estuviera presente en todas y cada una de las cosas.
Subí al autobús y, cuando la lluvia arreció contra sus sucios cristales, sonreí. ¡Qué auténtico regalo estar vivo, ahora, en este instante, en este cuerpo y en este lugar concretos, aunque todo sea un sueño, aunque todo sea impermanente y aunque, por más que busquemos, no encontremos sino vacuidad!....